03 de novembre 2007

El patrimonio arqueológico retornado

diariodemallorca.es 3-11-2007
J. Simon Gornés Hachero es diputado del Grup Popular en el Parlament de les Illes Balears.
J. SIMÓN GORNÉS HACHERO Según parece, el ministro de Cultura se ha comprometido a que los caps de bou procedentes de Costitx, retornen definitivamente a Mallorca. Cabe recordar que fue el gobierno de Cánovas del Castillo quien realizó la compra del lote de objetos arqueológicos -los caps de bou son sólo tres de los objetos localizados- pagando las 3.500 pesetas que reclamaba el propietario, antes de que fueran vendidas a un museo francés. Gracias a esta acción, los caps de bou son hoy en día patrimonio del Estado.
De ser cierta esta predisposición del ministro, se daría cumplimiento a una antigua aspiración, por la que estas tres espectaculares cabezas de toro retornarían a la isla donde fueron halladas, para ser depositadas definitivamente en el Museu de Mallorca, también de titularidad estatal, aunque gestionado por la Comunitat Autònoma. No me cabe ninguna duda que, de ser así, los caps de bou serán ubicados en el lugar preeminente que les corresponde, y que el actual gobierno balear dispondrá el espacio y las condiciones adecuadas para su eficaz exposición. Se verá cumplido otro anhelo por parte de todos aquellos que, domingo tras domingo, acuden al Museu de Mallorca a lamentarse ante la lejanía de tan bellas obras, mientras recorren apesadumbrados sus salas.
También, según se recoge en la prensa, se estudiará el retorno de las armas míticas del rey Jaume I -en realidad la cimera utilizada en la fiesta del Estandart, és del siglo XIV y pertenecía al rey Martín I el Humano, no a Jaume I-. Sin embargo, estos objetos pertenecen a Patrimonio Nacional, estrechamente vinculados, por tanto, a la Casa Real. En su día, el Ayuntamiento de Palma de Mallorca donó esta cimera a la Corona, ostentada entonces por Fernando VII, y actualmente luce expuesta en la Real Armería. Por lo tanto, ni uno ni otro lote de objetos, fueron obtenidos por parte del Estado Español fruto del botín ni del latrocinio. Al contrario, fueron legalmente adquiridos, de acuerdo con el marco legal del momento. Tampoco están exhibidos como trofeos, sino que pueden contemplarse con el respeto y la importancia histórica de que gozan, puesto que, tanto el Museo Arqueológico Nacional, como la Real Armería son dos de las instituciones museísticas principales de la nación, perfectamente dotadas y equipadas.
Que se reclame el retorno de estas piezas legalmente adquiridas, podrá parecer bien o mal, según opinión de cada cual. Algunos podrán decir que se inicia el proceso de desvestir a un santo -los museos nacionales- para vestir a otro -los museos de las comunidades autónomas-, pudiéndose llegar a la paradoja de desmontar buenos museos estatales, para montar museos autonómicos, para que a su vez los museos municipales puedan reclamar su cuota del reparto. Los toros de Costitx, expuestos en la sala del Museo Arqueológico Nacional fueron vistos, durante el año 2006, por 219.458 personas. En el caso de que retornen a Mallorca, espero que su exhibición sirva de aliciente para aumentar las visitas del Museo de Mallorca, que en el año 2006 se situaron en torno a las 25.000, a una cierta distancia de las visitas recibidas por el Museo Arqueológico de Ibiza, cifradas en unas 40.000 personas.
Sin embargo, esta buena noticia hubiera podido ser todavía mayor si hubiera venido a completar la demanda de retorno de muchos otros bienes arqueológicos que permanecen todavía fuera de nuestra comunidad autónoma. Y me refiero a la excelente colección de piezas arqueológicas obtenidas fruto, en parte, de las expediciones llevadas a cabo por el Institut d´Estudis Catalans en numerosos yacimientos arqueológicos de Mallorca -los poblados de Capocorb, Es Pedregar, Ses Antigors, Cova Monja, etc-, a principios del siglo XX. Cabe destacar los tres toros de bronce de Son Cresta y las diez aves sobre espigón de bronce de Son Taixaquet, ambos de Llucmajor. Un caso también idéntico al de los toros de Costitx, es el excepcional conjunto de bronces localizado en 1898 en Lloseta, y adquirido por el Museo Arqueológico de Barcelona. O a la estatuilla de Minerva, localizada en Santanyí, de impresionante belleza. Colecciones que actualmente están depositadas y parcialmente exhibidas todas ellas en el Museo Arqueológico de Cataluña. Merece también la pena referirse al famoso busto de bronce del emperador Tiberio, localizado en Mahón, durante la dominación francesa de Menorca, y llevado al Gabinet de Medailles de París. Busto que no se ha conseguido traer nunca hasta Menorca, a pesar de que recientemente pudo viajar hasta la isla Mallorca para integrar una excelente exposición sobre el mundo romano. O también la placa escrita con caracteres púnicos procedente de Es Culleram, en Ibiza, y expuesta en el Museo de Alicante. O las estatuillas protohistóricas de bronce, procedentes de Mallorca y Menorca actualmente depositadas en la Hispanic Society de Nueva York. Y no sigo, porque los ejemplos son numerosos. Con ello quiero poner en evidencia que la acción política del retorno de bienes arqueológicos se ha centrado, paradójicamente, sobre bienes cuya transmisión fue impecablemente legal. Y que, sin embargo, la situación de otros bienes arqueológicos, obtenidos fruto de antiguas excavaciones arqueológicas o por otros medios no bien aclarados, cuando no directamente hurtados -caso del Busto de Tiberio- han sido olvidados. Porque si una de las razones que se esgrimen para el retorno de los caps de bou, es que su exhibición en Mallorca sería acorde con el contexto cultural donde fueron hallados? ¿no deberíamos aplicar el mismo patrón a las colecciones mallorquinas depositadas en el Museo Arqueológico de Barcelona? ¿O a las piezas depositadas en museos de Valencia? ¿O es que hay otra razón para insistir en el retorno de objetos depositados justamente en museos estatales y no en otros? Sinceramente, creo que puede hacerse otra lectura, y no precisamente cultural, en el origen de esta iniciativa. Si cuando los bous regresen, se da una imagen de victoria sobre el Estado, entonces se confirmaran las peores sospechas en cuanto a la verdadera intención de la operación. Respecto al beneficio cultural que pueda suponer para nuestra sociedad que estas piezas retornen, creo que sólo el tiempo lo dirá. Si con ello se articulara decididamente una política museística y de investigación adecuada a las necesidades de nuestras islas, y se consiguieran ampliar los recursos técnicos y humanos de todos los museos gestionados por la CAIB, tal vez ya valdría la pena, puesto que dudo que, a largo plazo, supongan cambios significativos en el número de visitantes de nuestros centros museísticos.