02 de gener 2008

Tras la pista de Jovellanos

diariodemallorca.es 30-12-2007


Miquel Ferrà i Martorell acaba de publicar ´Jovellanos, Bellver y Mallorca´, un libro que relata los siete años que el político ilustrado pasó en la isla

Imágen:Goya pintó el retrato más conocido del asturiano.
M. ELENA VALLÉS. PALMA. Jovellanos era un raro. Ora se mostraba fervoroso con la práctica del catolicismo - iba cada día a misa-, ora pertenecía al grupúsculo de iluminados por las ideas ilustradas de Voltaire y Rousseau: "Creo, realmente, que estaba hecho un lío", comenta Miquel Ferrà i Martorell, autor de Jovellanos, Bellver i Mallorca. El libro, publicado por Miquel Font editor, acaba de salir a la venta justo unas semanas antes de que arranque el 200 aniversario del fin de su confinamiento en el Castell de Bellver. Con el fin de empezar el Año Jovellanos bien documentados, el historiador Miquel Ferrà ha rastreado las huellas que el escritor, jurista y político ilustrado dejó en la isla. Partió de un amplio archivo de escritos publicados y de los papeles que el asturiano redactó en la isla: Memòria del Castell de Bellver y sus dietarios personales, que ofrecen una idea bastante aproximada tanto de la persona como del literato que fue. Ferrà comparó las notas personales del político con la publicación formal de la memoria del castillo y extrae la conclusión de que Jovellanos, inscrito en la senda del enciclopedismo del siglo de las Luces, usaba su pluma para abordar cualquier tema, pero que no era docto en muchos de ellos, por lo que en ocasiones utilizaba los mismos métodos que los reporteros de hoy en día. "Estaba claro que de arte no tenía demasiada idea; en cambio, dominaba otras materias científicas como la biología", matiza el historiador.En dos meses se encaró a toda esta pila documental e ideó la estructura de la publicación. "El volumen, que sigue una línea divulgativa y pedagógica, es la historia del Castell de Bellver como cárcel histórica desde la Edad Media".
Ferrà realiza un somero repaso de las razones por las que mandaron encarcelar a Jovellanos: "Fue acusado injustamente de espía doble". El año 1801 fue sorprendido en su lecho y llevado preso hasta Barcelona para ser trasladado directamente a la Cartoixa de Valldemossa. El motivo se supone que fue la denuncia o simplemente la sospecha de que participó en la difusión por Asturias de ejemplares de una traducción del Contrato social de Rousseau. Dirigió una protesta por escrito al rey demandando un juicio justo para acreditar su inocencia, pero el gesto encendió aún más las iras del monarca, que mandó su traslado al Castell de Bellver, prohibiendo que se le facilitaran lápiz, papel y tintero. Ante tal situación, presto su salud se resintió y cayó enfermo. Miquel Ferrà ha tratado de contrastar un remedio que le fue aplicado para sanar las cataratas que afectaban a sus ojos: los baños con agua marina, gracias a los cuales notó una sensible mejoría. "Ningún doctor me ha podido explicar esta panacea", señala. A Jovellanos le angustiaba muchísimo el hecho de poder perder la vista porque ello significaría abandonar la lectura y la escritura, motores de su existencia.
El historiador recupera una faceta desconocida del político asturiano: la amorosa. Jamás se le había conocido mujer alguna, "quizá por su buscada discreción para guardar las apariencias sociales". Al parecer, Jovellanos no se casó jamás pero tuvo, seguramente, un hijo de una de sus amantes, Enarda. A partir de este capítulo, Ferrà realiza una interesante digresión acerca de las lecturas eróticas que se distribuían de forma manuscrita en determinados salones de la corte. De ese espíritu erotizante participaron también algunas plumas de primer renglón como son los casos de Félix María Samaniego y Tomás de Iriarte. El caso es que sobre aquella Enarda que se encontró Jovellanos en Sevilla y después en Madrid sólo quedan unos versos: "Enarda, la bella, tenía un amigo con quien consultaba todos sus caprichos...".
Con el paso del tiempo, las prohibiciones de Jovellanos en el castillo se fueron relajando y el gobernador y los guardianes le fueron tolerando caprichos como el lápiz, el papel, el conocimiento de las nuevas que acaecían en la península y Europa y paseos por el bosque.
El 18 de mayo de 1808, el ex prisionero se embarcó en un velero bergantín rumbo a Barcelona. Sus palabras de despedida fueron: "Adiós, Mallorca, adiós; ya nunca más te voy a volver a ver. Que Dios te guarde siempre, adiós".
En la pluma de Ferrà se vislumbra un Bellver siniestro, en el que las humedades y frioleras del corazón del invierno, entre aquellos muros cargados de vapor de agua, se colaban también en el espíritu de los prisioneros. Sólo los más fuertes sobrevivieron, como Jovellanos.