Una entrada monumental. Foto: C. Garrido
CARLOS GARRIDO No siempre la arquitectura está hecha de obras mayores. En muchas ocasiones son los detalles, incluso cuanto más inadvertidos mejor, los que te proporcionan una impresión más duradera. Arquitectura menor, accesible, capaz de transmitirte sensaciones.
CARLOS GARRIDO No siempre la arquitectura está hecha de obras mayores. En muchas ocasiones son los detalles, incluso cuanto más inadvertidos mejor, los que te proporcionan una impresión más duradera. Arquitectura menor, accesible, capaz de transmitirte sensaciones.
Un ejemplo perfecto sería la puerta de entrada al complejo de La Misericòrdia. Cuántas veces no pasamos por allí. Más de una vez habremos entrado para ir a la biblioteca, contemplar una exposición, acudir a algún acto. Pero como buen umbral, este elemento arquitectónico resulta eminentemente de paso. Lo atraviesas y ya está. Veremos a pocas personas detenidas en la acera, mirando fijamente una puerta.Sin embargo, vale la pena. Se trata de una obra arquitectónica con todas las de la ley. Esta puerta monumental es obra del arquitecto José Alomar Bosch. Nacido en 1877 y muerto en 1952, fue arquitecto de la Diputación y cultivó el estilo regionalista, con obras como el colegio del Carme de Génova. La puerta en cuestión se construyó en 1932.
Lo primero que llama la atención es el volumen empleado para un simple portal. Ocupa la esquina y cuenta con dos estancias en su interior. Tampoco es una puerta sencilla, ya que como ocurría en las murallas romanas, dispone de una abertura central de gran tamaño y otras dos más reducidas. La central es de medio punto y muy monumental. En cambio, las otras dos parecen "de servicio" y tienen forma rectangular.
La disposición de este portal resulta muy escenográfica, ya que coincide con las escaleras y cuenta con el enorme edificio a sus espaldas. Sin duda ese fue el propósito del arquitecto al realzar tanto esta entrada. Es una pena que la otra entrada, que daba a Bisbe Campins, resultase tan modificada con las últimas obras. Porque también tenía su encanto.
Destaca sobre todo el gran alero, que hace de paraguas a los viandantes en los días de lluvia. La estética es puramente regionalista y serviría como ejemplo práctico para cualquier clase de historia del arte. Los elementos decorativos resultan sobrios y de ascendencia clásica. Domina la voluntad de historicismo y señorío. ¿Cómo no pararse a admirarla?