diariodemallorca.es 19-8-2007
VÍCTOR M. GUERRERO Una vez más, todas las alarmas se han desatado en el entorno de los que trabajamos con y para nuestro patrimonio histórico. DIARIO de MALLORCA ha hecho un buen relato de esta negra historia en la que han sido dramáticos protagonistas varios artesonados medievales, los cuales, después de costar un "potosí" al erario público, fueron tan mal custodiados que acabaron convertidos en vigas carbonizadas.
La cadena de mala gestión administrativa es larga y compleja, resultando fácil, casi demagógico, endosarle la culpa por entero al conseller/a de turno. Sin duda, al cargo político le corresponde la máxima como responsable último en la cadena de toma de decisiones. En el caso de los acontecimientos que nos ocupan en estos últimos días parece claro que no puede achacársele a la nueva Administración salida de las urnas la pésima gestión que condujo a la quema de elementos patrimoniales de valor irrecuperable.
La alarma se ha disparado precisamente a raíz, no de la pérdida de los artesonados, que ya era irreparable, sino por constatar, a través de la propia boca de los máximos responsables de la gestión cultural, lo que entienden por valor "relativo" del patrimonio. Todas las declaraciones entrecomilladas que este diario ha publicado convergen en un mismo punto conceptual, que podríamos resumir de la siguiente manera: el patrimonio histórico sólo tiene valor en tanto que puede ser colgado de la pared de un museo. Puesto que las pinturas son irrecuperables, las vigas medievales de madera "no poseen valor alguno más allá del sentimental" (Sra. Bàrbara Galmés, consellera de Cultura); "a todos los efectos esas piezas han causado baja como parte de los fondos del museo? El valor artístico siempre es relativo" (Sra. Joana Mª Palou, directora del Museo de Mallorca). No podrían resumirse mejor los síntomas bien palpables del mal que atenaza nuestro patrimonio histórico.
En estas tierras, cuando alguien dice que el valor de un documento arqueológico o histórico es "relativo", ya sabemos muy bien hace mucho tiempo lo que se nos quiere decir: nada debe impedir que un particular haga su gran negocio ("pelotazo"), aún a costa de la desaparición irreversible de nuestro legado cultural. La lista de la pasada legislatura no cabría en esta página, aunque podemos recordar, a título de paradigma sangrante, el arrasamiento del puente califal y otros restos monumentales para la construcción del aparcamiento de la calle Antoni Maura. Naturalmente este no es caso de los artesonados, pero la preocupación radica en observar cómo máximos responsables de nuestra cultura son incapaces de distinguir el valor estético de la importancia documental de los materiales arqueológicos, aunque estén carbonizados. En definitiva, vienen a confundir algo tan elemental como valor y precio.
Nuestros primeros gestores en materia de investigación y conservación de patrimonio parecen ignorar que en estos mismos momentos hay más de cuarenta investigadores de nuestra universidad quemándose literalmente las espaldas en Porto Colom y Santa Ponça para recuperar astillas de hueso y microcarbones que deben identificarse con lupas y recuperarse con pinzas. ¿Nos hemos vuelto todos locos? ¿Vale la pena perderse macroconciertos, ocio playero y discotequero y estar buscando microcarbones por el monte? ¿Cómo explicarles que, mientras tanto, nuestras autoridades culturales menosprecian y tienen en el vertedero varias decenas de troncos de los siglos XIII-XIV?
Cómo puede ser que a estas alturas no sepan que nuestra Universidad tiene varias líneas de investigación competitiva en marcha financiadas en los planes de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Cultura, una de cuyas finalidades es la reconstrucción del paleoambiente desde una perspectiva diacrónica. Dicho más fácil, por si no me entienden, pretendemos conocer la incidencia humana en el paisaje y su modificación a través del tiempo, además de estudiar las oscilaciones climáticas de los últimos tres mil años. Para ello una de las materias primas fundamentales para la investigación son precisamente los carbones, las maderas, las semillas y el polen antiguo.
¿Sabían que actualmente una de las líneas prioritarias de investigación en las más importantes universidades del mundo es precisamente el comportamiento climático? Mira por donde, las tristemente famosas vigas carbonizadas que el Museo da de baja y la consellera quiere tirar (parece que visto el chaparrón finalmente las guardará) constituyen un material arqueobotánico insustituible para el estudio del desarrollo de uno de los episodios climáticos más importantes de los últimos siglos: el conocido como Little Ice Age (Pequeña Edad de Hielo) que precisamente estaba teniendo lugar cuando los troncos que proporcionaron las vigas de los artesonados fueron talados. Su estudio dendrológico es de importancia capital para conocer la historia botánica y ecológica de estas islas durante aquella fase.
Seguramente la Sra. consellera Bàrbara Galmés ignoraba todo esto, es normal, lo digo sin ironía, una profesora de secundaria especialista en Filología no tiene porqué saber estas cosas. Pero, oiga, ¿qué técnicos de la consellería le han dicho que estas vigas semicarbonizadas ya sólo tenían un valor sentimental? Si es así, no espere a septiembre para revisar la plantilla de asesores y técnicos que la rodean, pues le auguro más de un sobresalto en los próximos meses.
Decía al principio que la cadena de responsabilidades es larga y compleja y lo decía por que la responsabilidad culposa de los técnicos y asesores en la destrucción de nuestro patrimonio histórico no la podemos ignorar por más tiempo. Por desgracia, el funcionario al servicio del Estado es ya una especie en extinción que poco a poco ha sido suplantada por una nueva, cuyo acceso y ascenso a la Administración ha sido hecha a la sombra y amparo del servilismo militante de partido. El currículo sumiso es ahora más valioso para prosperar laboralmente en la Administración que la excelencia profesional. Pregunten a varios exalumnos de la UIB, algunos ya doctores, con brillantes currículos, que han decidido no presentarse a las inminentes oposiciones a técnicos de patrimonio, pregunten las razones.
Mientras que un cuerpo de técnicos de patrimonio (Italia hace mucho que los tiene), funcionarios independientes y administrativamente inamovibles, salvo sentencia judicial, no tenga potestades ejecutivas, y no sólo consultivas, la conservación de nuestro patrimonio histórico no saldrá de la agonía. ¿Habrá voluntad política de remediar algo? Estaremos atentos, pronto lo sabremos.