diariodemallorca.es 12-7-2008
SEBASTIÀ VERD Quizás no haya sido todo lo correctamente político que debiera, pero la decisión conjunta de desclasificar la urbanización de es Guix y la moratoria encubierta que aplaza el desarrollo de las polémicas áreas de reconversión territorial, ha permitido salvaguardar uno de los parajes más bellos de Mallorca. Queda la duda de si ha sido o no un "cambio de cromos" entre el PSOE y el Bloc, que querían eliminar ya las ART del plan territorial, y una UM que sólo ha aceptado retrasar la discusión hasta el final de la legislatura. En cualquier caso, si la consecuencia del pacto ha sido la desclasificación des Guix, pues, bienvenida sea. Esta urbanización, en los alrededores de Lluc, era -es- un atentado contra el paisaje en un entorno que siempre fue sagrado para los mallorquines y, por tanto, la decisión del Consell de Mallorca, con el voto en contra del PP, no ha hecho sino reparar lo que nunca debió permitirse.
Por tanto, en lo referente a este tema, la mayoría del Consell ha hecho lo que tenía que hacer -lástima que no pueda decirse lo mismo de las ART- aunque la resolución final de esta historia vaya a depender, una vez más, de de la Justicia. Ayer, ante el Pleno, el alcalde de Escorca, el popular Antoni Gómez, reiteró su amenaza de llevar ante los tribunales a aquellos consellers que votaron a favor de la desclasificación. Les acusa de prevaricar porque a su entender la urbanización está consolidada y no hay lugar a un hipotético retorno a su anterior estado natural. Pero la mayoría no le hizo el menor caso, dando por bueno -como dijo el portavoz del colectivo Defensa de Lluc- que "sería un honor ir a la cárcel" por haber evitado la masificación de las montañas. En todo caso, desde la lógica de su protección, lo rechazable no es la desclasificación sino la absurda clasificación como urbano o urbanizable que le precedió.
El alcalde utilizó otros argumentos a favor de la urbanización, a cual de ellos más peregrino. El desarrollo urbano des Guix suponía, qué duda cabe, un excelente negocio al que se dio visos de legitimidad hace ya muchos años, pero más allá de unos beneficios económicos particulares, lo absurdo es asegurar que impedir la urbanización suponga frenar el desarrollo natural de Escorca. El municipio tiene ahora mismo 300 habitantes y como recordó la consellera del Territorio, Maria Lluïsa Dubon, en los últimos cinco años sólo han nacido siete niños. ¿Un crecimiento vegetativo de estas proporciones justifica una urbanización que multiplique por tres la actual población? Por supuesto que no. Quizás la hubiera justificado hace siglos, cuando la Serra de Tramuntana estaba en pleno desarrollo agrícola y el término mucho más habitado, pero ya entonces la población no se concentró en ningún núcleo -salvo en el entorno de Lluc y por motivos muy diferentes- sino que se desperdigó a través de las possessions.
Crear un nuevo pueblo en pleno siglo XXI no sólo era ir contra la historia sino que sería contraproducente en un momento en que se trata de poner en valor el patrimonio natural de Mallorca y no enterrarlo bajo bloques de cemento. Frente a eso, el alcalde urbanizador de Escorca acusa al Consell de actuar contra la gente del municipio porque más de la mitad de quienes están empadronados le respaldan. Pero lo que no dice Gómez es que Escorca -Lluc- es algo más que un municipio, es patrimonio de todos los mallorquines. Y es el Consell de Mallorca quien en última instancia debe velar para defender los intereses de todo un pueblo: el mallorquín. Nadie duda de que este municipio de montaña, y toda la Serra, tengan urgencia de ordenar su desarrollo, para que sus habitantes, si así lo desean, no deban salir de casa para ganarse la vida. Sin embargo, la vía del urbanismo -del consumo irracional del territorio- está o debiera estar superada. Es un capítulo de una historia que tiene en su haber algunos aciertos pero también profundos y penosos desaciertos, como era es Guix.