diariodemallorca.es 2-2-2008
Imágen: Uniformes de época frente a Cort. Foto: C. Garrido
CARLOS GARRIDO Los actos oficiales con motivo de la pasada cumbre hispano-germana en Palma nos trajeron esta imagen. Una compañía de época formando delante del edificio de Cort. Cualquier curioso de la historia del arte recordará alguna pintura de Gelabert, que jugaba con los colores militares y los adornos del Ayuntamiento. Pero también servía para evocar el valor arqueológico de la fachada de nuestra primera institución ciudadana.
En pocos lugares está tan presente el paso del tiempo. Cort ha sido el corazón de Palma desde que el antiguo hospital se convirtió en casa de los Jurados, en el siglo XIV. Entonces la plaza como tal no existía. La fachada estaba frente a la Illeta de Cort, y en el reducido espacio se agolpaban las curias y escribientes. A pesar de todo, aquí se declaraban las guerras, se celebraban las revoluciones, se vitoreaba a unos monarcas remotos, a los que muchas veces no se les veía jamás. Pero que eran motivo de fastos, arcos de triunfo y todo tipo de festividades. La historia de Palma está escrita en los muros de esta fachada. Desde los esotéricos dragón y caracol que se esconden en uno de los laterales del ventanal izquierdo, hasta el orificio creado por una bala en la puerta metálica del mismo lado. Testimonio del asedio falangista al Ayuntamiento republicano de Darder.
Si pasamos un rato contemplando la fachada vemos por ejemplo las huellas de muchos clavos. Dos de ellos al menos corresponden a aquel buzón de correos que aparece en la escena final de ´El secreto de la pedriza´. ¿Y los otros? Resulta interesante elocubrar sobre los adornos, los bandos quizás, las imágenes, quién sabe las cosas que han sido colgadas aquí. Podemos ver orificios, tacos antigos de madera, huellas de golpes.
Y no digamos el banco del "sinofós" o de los vagos. Aquí la piedra está tan desgastado en algunos tramos que parece una obra de arte. Aparecen las texturas más ocultas de la geología. Las esquinas se humanizan. Todo revela el paso de traseros y traseros, generaciones tras generaciones, por este privilegiado rincón. Todos pasamos frente a él. Pero apenas nos fijamos.