17 d’octubre 2008

Indiana Bous en los sótanos del Museo del Prado

diariodemallorca.es 17-10-2008
FRANCESC M. ROTGER Con independencia de mayores o menores sintonías políticas, habrá que convenir en que el senador autonómico Pere Sampol se está ganando el sueldo; cosa que no sé si podemos decir de todos nuestros próceres. El miércoles arrancó a la Comisión de Cultura correspondiente el exhorto al Gobierno de que los Bous de Costitx regresen a Mallorca. Uno se pregunta qué cara se les habrá puesto a los senadores socialistas de Balears, viendo que su partido se queda sólo en la negativa; con la torpe excusa de que (cito textualmente) "los expertos, si las piezas se trasladan a la isla, tendrían más dificultades en su tarea de investigación". Lo que hace sospechar que quien la ha redactado no sabe gran cosa ni de arqueología, ni de arqueólogos. Primero, porque, con las nuevas tecnologías, cada vez dependemos menos del tacto material para los estudios científicos. Segundo, porque (lógicamente) los más interesados en analizar esas cabezas de toro son, justamente, los historiadores mallorquines. Tercero, porque, suponiendo que interesen a alguien de fuera, entre la perspectiva de que tu entidad académica te abone un fin de semana en Madrid (pese a sus tapas famosas) o en Mallorca, estoy casi convencido de que toda la profesión se apuntaría a la segunda hipótesis.

TODOS LOS museos disponen de unos depósitos, a los que el visitante no suele tener acceso, en donde guardan cuidadosamente multitud de piezas que no se exponen al público. Yo siempre me los imagino como aquella nave, repleta hasta los topes de cajones sellados, que aparece en la secuencia final de En busca del arca perdida, y a la que volvió el arqueólogo, bastante envejecido, en la primera de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (la oportunidad de constatar que seguimos amando a Karen Allen). Algo así debe ser también el almacén de Son Pacs, a donde ha ido a parar la cruz de los caídos de La Seu, y confío en que el mismo destino le aguarde, cuanto antes, al monolito de sa Feixina. Ahí duermen el sueño de la Historia, sin que nadie contemple las creaciones que fueron concebidas para que las viera la gente, salvo el becario que de vez en cuando les quita el polvo con un plumero.

DE AHÍ la idea de qué hacemos con tanto cacharro, y la propuesta de montar una sucursal del Museo del Prado (al fin y al cabo, también lo pagamos con nuestros impuestos) en la reformada Platja de Palma, que ya ha calificado de "pardalada" un lector de este periódico. Bueno, si nos enviasen Las Meninas, aún. Pero me parece que de Madrid sólo nos prestarían óleos de segunda fila, sin duda muy interesantes para los historiadores del Arte, pero ineficaces, me temo, para arrastrar hacia s´Arenal a las multitudes. Los turistas habituales de la zona (Carlos Garrido recuerda, con el talento que le caracteriza, lo que fue aquel barrio en el pasado, en su Palma íntima, que ha publicado Olañeta) no van de museos. Y a nosotros, la Fundació Miró ya nos parece que cae lejos. Alguien debería recordarles que el Guggenheim, en Bilbao, está en el centro.