01 de setembre 2007

Una ciudad de Sefarad

diariodemallorca.es 1-9-2007
FRANCESC M. ROTGER En el negociado de Cultura del Ayuntamiento de Palma, que queda en la calle Almudaina, a dos pasos de ese viejo arco tal vez hasta vándalo o bizantino y aledaño a lo que fue el Call, reparten el folleto, en colores y en buen papel, Por los caminos de Sefarad. Red de Juderías de España (también el tríptico de los Premis Ciutat de Palma 2007, con el retrato que le hizo Goya a Jovellanos; pero ésa es otra historia). Hablo de la carta de presentación de esa veintena de ciudades, bellas, monumentales, orgullosas de su compleja memoria y que este fin de semana, dicho sea de paso, celebran una nueva Jornada Europea de la Cultura Judía, Palma entre ellas, a la sombra del teatro que lleva el nombre del recordado Xesc Forteza, con música, cocina, cine, el arte de José Aranda y otros creadores o la exposición de libros hebraicos que Glòria Forteza-Rei (Embat) dedica a los judíos y conversos de la Corona d´Aragó (la misma que teñía a barras, como dijo Serrat, los lomos de los peces).
Aquello que una vez fue el corazón del barrio judío de Palma sirve hoy de rincón a los turistas donde reposar de sus caminatas; como la plaza de Santa Eulàlia, a la sombra de la fachada neogótica (y tan hermosa), entre terrazas tiznadas de colores, puede que con un ligero toque de ciudad del Midi. Aquí cumplen con el rito de tomarse el refresco y repasar el plano, que no todo puede ser gastar las suelas sin sosiego. Muy cerca, la calle que se llama, justamente, del Call, se pasea, breve, entre portalones de madera, persianas verdes y lienzos de tela, sujetos a un gancho, que protegen a la vez del calor y de las miradas indiscretas a esta zona conventual, vuelta hacia sí misma, como los vecinos que salen al fresco con la silla vuelta hacia la entrada.
AQUELLOS LUGARES que un día habitaron los judíos, y donde hoy día seguimos viviendo sus descendientes, que para eso tenemos todos la sangre más o menos mezclada, son algunos de los más hermosos de España. Como Cáceres, donde el claqueteo de las cigüeñas cruza como la viva cola de un cometa sobre el atardecer amurallado. O Córdoba, donde las noches de primavera la mezquita parece asomarse, como una princesa, al puente romano.
COMO GIRONA, donde los callejones y los huecos en las piedras conservan la leyenda de los hijos de Israel en sus recuerdos. O León, fresca y hospitalaria, o Segovia, donde su acueducto parece perseguir las nubes, o Toledo, donde la sombra alargada del Greco se dibuja contra los muros de sus construcciones. U Oviedo, que privilegia en su escenario ensoñador del Fontán sus vínculos davídicos. Viejos baños, sinagogas antiguas y modernas, callejones cerrados con una verja, restos de muros y de puertas y de casas, costumbres tercamente asentadas en el postre, el gesto o la costumbre. Y el Sol, en nuestra calle del Call, iluminando a judíos y a gentiles. Sin preguntarte por el Dios al que tú rezas.