diariodemallorca.es 30-9-2007
La techumbre más conocida de Mallorca se encontraba en la Seu.
BARTOMEU BESTARD .El hecho de que Palma no haya sufrido la devastación de ninguna guerra desde el año 1229, le confiere la singularidad -a pesar de las demoliciones indiscriminadas acaecidas sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX- de conservar muchas casas de origen medieval, con sus pinturas murales, sus puertas y ventanas góticas; y sus techumbres de madera policromadas, conocidas popularmente como artesonados o "enteixinats". Estos elementos de la casa medieval han llamado siempre la atención de los historiadores, eruditos y curiosos. En el caso concreto de las techumbres han sigo objeto de estudio en diferentes épocas, llegando a ser clasificadas en diferentes tipologías. Bartomeu Ferrà; Joana Mª Palou y Luis Plantalamor; o José Morata, son algunas de las personas que han ido trabajando sobre el tema. Quizás éste último haya sido el que más tiempo ha dedicado, y sigue dedicando, a estos elementos artísticos. Los que hemos tenido la suerte de trabajar durante la época universitaria con el doctor Morata nos hemos percatado de la gran cantidad de información que nos pueden dar estas estructuras de madera policromada. Estas techumbres nos hablan de sistemas constructivos que esquivan las humedades -por eso se han conservado más de setecientos años-, de sofisticados sistemas de ensamblaje de maderas sin cola, de aislantes térmicos orgánicos? y también, en muchas ocasiones se nos muestran como valiosas piezas heráldicas y artísticas.
La techumbre más conocida que hubo en Mallorca fue sin duda la que se encontraba en el "corredor del ciris" en la Catedral. Se trataba de una pasarela elevada, de madera, que recorría las paredes de la Capilla Real. Gracias al libro de obras de la Seu, sabemos que este mueble fue realizado durante el episcopado de Berenguer Batle, es decir entre los años 1332 a 1349. Ésta se configuraba mediante grandes plafones policromos que presentaban decoraciones geométricas de tradición mudéjar. Tipológicamente, esta techumbre plana era similar a la que decoraba la sala de Can Verí, y que, después de haber sido adquirida por el Govern balear, fue destruida por un desgraciado incendio.
En la misma Catedral, se conservan restos de vigas de la techumbre plana medieval de la antigua sacristía. En este caso, se trata de una tipología diferente a la del "corredor del ciris", configurada a partir de vigas y entrevigas. Se trata, sin duda, de la techumbre medieval más corriente entre las existentes en Palma. Las vigas de estas estructuras suelen aparecer pintadas con las armas de los reyes de Mallorca, es decir, las fajas (fajas y no palos, pues están colocadas en horizontal) de gules sobre oro, y al mismo tiempo, éstas, están cargadas con el escudo del propietario, o institución, del inmueble. En el caso concreto de la techumbre que había en la sacristía de la Seu, aparece un escudo, el cual hace algunos años se pudo identificar, y por tanto fijar cronológicamente. Las armas que aparecen en las vigas son las de Guillem de Vilanova, que fue obispo de Mallorca entre 1304 y 1318. Por primera vez se pudo datar con precisión una techumbre de estas características.
Uno puede pensar que identificar estas piezas heráldicas tan antiguas es tarea fácil, pero a la hora de afrontar un estudio de estas características vemos que se trata más bien de una tarea complicada. Estos escudos pertenecieron a familias de los siglos XIII o inicios del siglo XIV, y que en la mayoría de las veces no somos capaces de identificar. Ahora bien, a pesar de estas dificultades, de vez en cuando se produce algún avance. Recientemente Magdalena de Quiroga ha publicado el catálogo de las piezas heráldicas conservadas en el Museo de Mallorca, entre las cuales aparece el escudo que blasona la techumbre medieval de una de sus salas. Esta pieza, que gracias a la restauración que llevaron a cargo los técnicos del Museo, es de las mejores conservadas, procede de Can Pontivich. Durante mucho tiempo se ha especulado sobre las armas que blasonan las vigas sin llegar a descubrir a la familia titular. Ahora Quiroga nos descubre finalmente a sus antiguos propietarios: los Montçó. Para llegar a demostrarlo, la historiadora ha recurrido a la difícil tarea de rehacer la genealogía de la casa de Can Pontivich, llegando a demostrar que la familia Montçó vivió en ella durante los siglos XIII, XIV y parte del siglo XV. Incluso se ha encontrado toponimia del lugar que hace referencia a esa familia: "placeta dels Montçó. También sabemos algunas de las personas que pertenecieron a la familia y que habitaron esa casa, como es el caso de Pere-Ramon de Montçó.
Con estos pequeños descubrimientos, uno se da cuenta, de nuevo, de la importante riqueza histórica y patrimonial de nuestra ciudad ¿En cuántas ciudades del mundo puede suceder que a través de documentos medievales encontremos la techumbre, el lugar exacto de su ubicación y sus promotores de la época? ¿Cuántos descubrimientos de estas características se pueden dar en Palma? Pensando uno en estas cosas, de repente lee, en este mismo periódico, a Joan Riera desde su "Torreta", y sus palabras orean las calles y casas de esa ciudad que gracias a Dios nos ha tocado vivir: "Y dejamos rutas sin cubrir, y monumentos por descubrir. Y en cada calle hay un motivo para enamorarse. Y quien no se enamora de la Palma antigua es porque no tiene sentimientos".