diariodemallorca.es 22-5-2008
CARLOS GARRIDO Reconstruir la ciudad del pasado a partir de los monumentos es más o menos fácil. Porque están ahí y nos imponen su presencia. Más fascinante resulta perseguir las rutas antiguas, los caminos perdidos que marcaron la vida ciudadana y hoy han quedado borrados por el paso del tiempo.
Por ejemplo, ¿quién no se ha fijado en el puentecito del Tirador, también llamado "dels estudians"? Cruza la Riera justo a la altura del edificio universitario, y muchos creerán que su función es ésta. Pues no. Esta construcción es mucho más venerable y además jugó un papel fundamental en la Palma antigua.
Si consultamos planos del siglo XVIII, como el manuscrito anónimo datado aproximadamente en 1775, vemos cómo el camino de Ronda rodeaba la ciudad extramuros. Partía del camino de Inca y seguía el contorno de las murallas. Al llegar a la altura de la Porta de Jesús (que hoy sería la Vía Roma) se diversificaba en varios paseos arbolados. Uno de ellos se dirigía al Hornabeque y atravesaba la Riera justo en el extremo de esa construcción defensiva, hoy desaparecida. Y allí estaba el Pont del Tirador. Al lado, otros mapas del XIX señalan una caseta y unos lavaderos. El camino cruzaba el puente para iniciar un trayecto muy importante, porque desde esa ruta se tomaba el Camí de Son Rapinya (a la altura del actual Carrer Indústria) y seguía descendiendo hasta conectar con el Camí d´Andratx que salía desde Santa Catalina.
Todos aquellos que no atravesaban la ciudad, y tenían que ir desde la parte de levante hacia Calvià y Andratx pasaban a la fuerza por ese puente, dado que la parte del mar no era practicable. Es decir que pese a su apariencia modesta, y a que actualmente parece servir únicamente de recreo a los estudiantes, ese puente jugó un papel decisivo en las comunicaciones de la ciudad. Y así aparece en algunas fotos antiguas, rodeado de descampados y murallas, casi irreconocible, pero exactamente con el mismo aspecto.
Es un ejercicio sentimental. Trasladarse a ese rincón, contemplar la Riera, entrecerrar los ojos, imaginar el paso de los carros, la gente y el ganado, en una ciudad remota.