diariodemallorca.es 18-1-2009
Los primeros vecinos de las tradicionales casas que aún residen allí cuentan los inicios
Las cien viviendas singulares ubicadas en el barrio de Pere Garau nacieron en 1923 fruto de una cooperativa formada sobre todo por carteros. La asociación conservacionista pide a Cort que las incluya en el catálogo de edificios de interés
Las cien viviendas singulares ubicadas en el barrio de Pere Garau nacieron en 1923 fruto de una cooperativa formada sobre todo por carteros. La asociación conservacionista pide a Cort que las incluya en el catálogo de edificios de interés
Imágen: Rafael Vanrell, María Teresa Garrido, Joana María Llabrés, Andreu Adrover, Joan Rama, Carlos y Pilar Rosselló.
RAQUEL GALÁN. PALMA. En mitad de las numerosas fincas de pisos de diversas alturas que conforman el abigarrado barrio de Pere Garau se levanta una especie de poblado de típicas casas de dos plantas y patio interior. En total no ocupan más de dos manzanas y media, muy cerca de la plaza del mercado, pero la singularidad del conjunto ha llevado a la Associació per a la Revitalització dels Centres Antics (ARCA) a pedir a Cort que incluya en el catálogo municipal de edificios de interés las llamadas Les Cent Cases.
El origen de estas cien casas es muy peculiar, además de pionero en la isla. Cuentan los vecinos que la idea de su construcción nació en 1923 en un bar cercano a la calle Oms. Un grupo de carteros decidió edificar sus propias viviendas, "humildes pero de calidad", y para ello formaron una cooperativa de trabajadores a la que llamaron La Redención del Hogar.
El cartero Mateu Rosselló fue el primer presidente. Su hija Pilar sigue viviendo en Les Cent Cases y, aunque en la época del proyecto ella era una niña, recuerda que a su padre "le costó muchísimo trabajo, porque hubo numerosos problemas para reunir el dinero". Su hermano Carlos añade que "cuando iban a buscar socios, le decían que era un iluso por creer que podrían hacer casas por 15 céntimos".
Otro de los antiguos vecinos, Rafael Vanrell, guarda una profusa documentación y buena memoria sobre el origen de la cooperativa: "En aquellos tiempos los carteros conocían a todo el mundo y así, charlando con unos y con otros, se extendió la iniciativa". Su padre no trabajaba en Correos, sino que era zapatero, pero se hizo socio del proyecto debido a que un cartero escéptico con la finalización de las viviendas "le vendió su parte por cinco duros".
En 1924 comenzaron a cotizar para comprar el solar de la finca de Son Coc y allí, un año después, se iniciaron las primeras cuatro casas. Era la época del rey Alfonso XIII. Con la llegada de la II República recibieron una subvención, por lo que las construcciones avanzaron y, a medida que las terminaban, las sorteaban. Con el franquismo se quedaron sin la ayuda estatal, tal como relata Rafael Vanrell, por lo que tuvieron que ampliar el plazo del crédito con el banco.
Las Cent Cases "estaban casi en medio del campo y, hasta que la ciudad fue creciendo poco a poco, se empezaron a abrir colmados y pequeños negocios dentro de las propias viviendas", según explica María Teresa Garrido, otra de las vecinas de antaño que aún reside allí. Un ejemplo es la carnicería y tienda de comestibles Reus, cuyo último propietario fue Andreu Adrover, quien sigue ocupando aquella vivienda y conserva parte del material del negocio. Joana Maria Llabrés, de 96 años, llegó de su Galilea natal con 26 y durante "muchos años" se convirtió en la carbonera de las viviendas.
"Hubo bastantes socios que no creyeron en este proyecto, por lo que abandonaron la sociedad", en palabras de Joan Rama. Su padre, funcionario de Correos, sí confió y por eso Joan vive allí desde los tres años. Conserva como oro en paño el limpiabarros de hierro que hay en la acera. "Lo quisieron quitar", pero es parte de la esencia de Les Cent Cases de Pere Garau.