El centro Flassaders conserva su chimenea. Foto: M. Mielniezuk
JOAN RIERA Freud descubriría en ellas un símbolo fálico. La realidad es mucho menos erótica: representan el progreso de las ciudades. Las chimeneas fabriles son campanarios laicos, símbolos de la industrialización que, junto a las construcciones religiosas, dominaban las líneas de cielo a finales del siglo XIX. Campanarios y chimeneas entraron en conflicto. En torno a las fábricas nacieron los movimientos obreros laicos, que no tardaron en enfrentarse a las autoridades eclesiásticas.
Con el paso del tiempo, las columnas de ladrillo rojo han dejado de humear. Los bloques de pisos se han impuesto en las urbes sobre los perfiles dibujados por chimeneas y campanarios. Ya no es el tiempo del ora et labora, sino del mora.
Las fotografías panorámicas de Palma de principios del siglo XX delatan las concentraciones fabriles aun antes de la llegada de los polígonos industriales. Por ejemplo, en la zona de Bonaire sobresalían cuatro chimeneas. La popular fábrica de licores y anisados La Rosa Blanca, cuyos restos fueron visibles hasta la construcción de Galerías Preciados, era la principal industria de este enclave palmesano que lindaba con s´Hort den Moranta. En sa Gerreria evacuaban los humos de los hornos de las alfarerías. La mayoría de las que se veían en Santa Catalina estaban relacionadas con la producción de mantas de las industrias de Can Ribas, con la fabricación de calzado o con la producción de jabón. Junto al mar estaban las de las sucesivas fábricas de gas y electricidad de La Palma o de Gesa.
En algunos municipios, como por ejemplo en Sant Adrià del Besós, ha llegado a plantearse un referéndum para proteger las antiguas chimeneas de las industrias febriles. En Palma, donde la idea de preservación de la arqueología industrial está muy poco avanzada, las torres emisoras de humo han ido cayendo una tras otra. Se conservan dos en Santa Catalina. En sa Gerreria siguen en alto los de los talleres de Can Baptista, Ca n´Hernàndez y Can Cama y la del actual Centre Cultural Flassaders, que fuera otra de las fábricas de Can Ribas. Hay otra en el Molinar. Y en el Parc de les Estacions.
No son los únicos ni este es un artículo de investigación sobre el proceso de industrialización de la ciudad. Sólo pretende deplorar que cada vez que desaparece una de estas chimeneas se esté borrando un símbolo de lo que en el siglo XIX se llamó progreso.
Con el paso del tiempo, las columnas de ladrillo rojo han dejado de humear. Los bloques de pisos se han impuesto en las urbes sobre los perfiles dibujados por chimeneas y campanarios. Ya no es el tiempo del ora et labora, sino del mora.
Las fotografías panorámicas de Palma de principios del siglo XX delatan las concentraciones fabriles aun antes de la llegada de los polígonos industriales. Por ejemplo, en la zona de Bonaire sobresalían cuatro chimeneas. La popular fábrica de licores y anisados La Rosa Blanca, cuyos restos fueron visibles hasta la construcción de Galerías Preciados, era la principal industria de este enclave palmesano que lindaba con s´Hort den Moranta. En sa Gerreria evacuaban los humos de los hornos de las alfarerías. La mayoría de las que se veían en Santa Catalina estaban relacionadas con la producción de mantas de las industrias de Can Ribas, con la fabricación de calzado o con la producción de jabón. Junto al mar estaban las de las sucesivas fábricas de gas y electricidad de La Palma o de Gesa.
En algunos municipios, como por ejemplo en Sant Adrià del Besós, ha llegado a plantearse un referéndum para proteger las antiguas chimeneas de las industrias febriles. En Palma, donde la idea de preservación de la arqueología industrial está muy poco avanzada, las torres emisoras de humo han ido cayendo una tras otra. Se conservan dos en Santa Catalina. En sa Gerreria siguen en alto los de los talleres de Can Baptista, Ca n´Hernàndez y Can Cama y la del actual Centre Cultural Flassaders, que fuera otra de las fábricas de Can Ribas. Hay otra en el Molinar. Y en el Parc de les Estacions.
No son los únicos ni este es un artículo de investigación sobre el proceso de industrialización de la ciudad. Sólo pretende deplorar que cada vez que desaparece una de estas chimeneas se esté borrando un símbolo de lo que en el siglo XIX se llamó progreso.