12 de març 2008

Los restauradores curan las 'heridas' de los portales Major y del Mirador de la Seu

Última Hora Digital 12-3-2008

La empresa que hizo la rehabilitación asume las labores de mantenimiento para quitar las sales que han vuelto a salir

Un simple cepillo, herramienta de trabajo del restaurador. Foto: TERESA AYUGA
MARIANA DÍAZ . Dos restauradores de la empresa burgalesa CPA han regresado a Mallorca para repasar los portales Major y del Mirador de la Catedral en los que las sales han vuelto a deteriorar la piedra, provocando lo que en el lenguaje de la rehabilitación y la arquitectura se denomina efluorescencias. Nicolás Gallego, quien dirigió a los equipos que restauraron ambos portales, comentaba ayer que «se trata de un trabajo de mantenimiento, seguramente a finales de semana estará finalizado».
Las efluorescencias son unas manchas blancas, unas 'heridas' que salen en la piedra y que, al mismo tiempo, van 'comiendo' la parte más superficial de la misma, provocadas por la precipitación de las sales que entraron con el agua. En Palma la sufren, por ejemplo, otros edificios de la fachada marítima. Inmuebles del patrimonio histórico como sa Llonja y el Consolat también han padecido las suyas.
En esta ocasión, la labor de los restauradores, que intervinieron por primera vez en la Seu en 2003, será relativamente sencilla y consistirá, primero, en limpiar con cepillo la piedra para, después, darle un tratamiento de agua de cal y, finalmente, una protección.
¿La piedra de la Seu es de peor calidad que la de otras catedrales? Gallego, que ha rehabilitado este tipo de edificios en distintos lugares de la Península, tanto en el norte como o el sur o cerca del mar, apunta que «no hay piedras buenas o malas y los edificios históricos están donde están». Lo que sucede, añade, es que cada piedra es distinta, y distinta también la forma en que reacciona a las intervenciones del ser humano o a la acción de los elementos.
A la Catedral de Mallorca le sienta muy mal su «proximidad al mar», dice Gallego, la humedad y los aerosoles marinos; y Bartomeu Bennàssar, aparejador diocesano, no sólo lo corrobora, sino que añade un nuevo elemento perjudicial: «El chorro de agua del Parc de la Mar».