Más de cuatro siglos albergando a los jesuitas
Multitud de alumnos han transitado por esta vía, que ha visto desaparecer a muchos pequeños comercios
GUILLERMO SOLER. Es una lástima que el Pla Mirall se llevara por delante las viejas piedras del pavimento de la calle Monti-sion, como sucedió en otras vías antiguas de los alrededores, pues de lo contrario hubiesen podido contar muchas cosas en caso de hablar. Con el tiempo estas losas han visto pasar mucha gente importante, ya que esta vía es la que conduce directamente al colegio de Monti-sion, abierto por la orden de San Ignacio en agosto de 1561, siendo sus fundadores los padres Francisco Baldo, Verdolay y Jerónimo de Mur, ayudados por los hermanos coadjutores Juan Navarro y Francisco Fortuny. Con el tiempo, fue portero de este convento y colegio Alonso Rodríguez, convertido en santo en 1888.El jesuita y artista Miquel Garau sabe mucho de la historia del convento de Monti-sion, de su colegio y su iglesia, una de las más bellas y artísticas de Palma, por lo que es uno de los mejores cicerones que se pueden encontrar para conocer bien esta calle. El solar de este complejo mallorquín de los jesuitas fue terreno sagrado de los judíos, pues en esa zona se encontraba una sinagoga, derruida posteriormente. Lo que fue en un inicio capilla de este convento con el tiempo se convirtió en un templo de buenas proporciones, si bien, debido a que las obras tardaban mucho a causa de que faltaba inyección de dinero, Raimundo Verí, bailío de Mallorca, tomó como suya su construcción, pudiéndose así terminar.Generaciones de alumnos de los jesuitas de Monti-sion han pasado por esta calle, alcanzando algunos fama en sus profesiones. Otros tuvieron vocación misionera y se integraron en la orden de San Ignacio. En época no lejana algunos de estos estudiantes se distinguieron en la política, las letras y los negocios. En varias ocasiones, por causas políticas, los jesuitas fueron expulsados de su convento mallorquín, primero por Carlos III y después a causa de la desamortización de Mendizábal, aunque recobraron su casa. Durante esas ausencias su convento se convirtió en Universidad Luliana y en Instituto Balear.En horas tranquilas es un placer pasear por esta calle. A cada paso, la historia de la misma sale al paso del viandante en forma de piedras de antiguas casas. Una de ellas -de las ilustradas y a la vez más necesitadas de una buena rehabilitación- es la que acoge a la Societat Arqueològica Lul·liana. También en esta calle se estableció el colegio del Sagrado Corazón.Una de las casas importantes es la que fue del barón de Pinopar, rehabilitada y convertida en pisos de lujo hace poco.Muchos comercios han desaparecido de esta calle, como una chocolatería. Una de las papelerías y librerías más famosas de la ciudad, la de Ramon Llull, hace años que se cerró, y en su lugar hay un taller de restauración de muebles, y no es el único, pues funcionan varios más. Precisamente uno de los personajes populares del lugar es Guillem Coll, que pronto se retira. Tampoco faltan talleres artesanos como el Retall, montado hace varios lustros y dedicado a la cerámica. Una calle en donde aún sus vecinos se conocen, aunque ya quedan pocos de los de ´toda la vida´, y en la que en verano no faltan turistas que la recorren.