diariodemallorca.es 28-3-2010
BARTOMEU BESTARD (*) El viernes se inauguró la remodelación de una de las plazas más representativas de la ciudad antigua, tanto por su situación privilegiada como por ser la antesala –con la llamativa escultura de Dennis Opennheim– del museo de Es Baluard, que con sus terrazas convierte al visitante en centinela de la bahía de Palma.
La primera representación en la que se puede apreciar el espacio que ocupa hoy la plaza de la Porta de Santa Catalina es en el famoso grabado de Palma realizado en 1644. En dicha representación aparece la ciudad del siglo XVII a vista de pájaro: un tesoro para investigadores y eruditos. En cierta forma allí está representada una nueva ciudad, aún no acabada en el momento de realizar el grabado, que estrenaba nuevas murallas de imponentes baluartes. Esa Palma fue la que desterró para siempre fuera de sus muros el cauce del temible torrente de la Riera. Esta transformación de Palma también dio origen a la plaza de la Porta de Santa Catalina. Antes no había dejado de ser una explanada asilvestrada, convertida en un destartalado trastero junto a las viejas murallas medievales. Cuando en 1578 se acabó el baluarte de Sant Pere, la antigua puerta que servía para entrar y salir en este sector de la ciudad, la puerta medieval de Portopí, desapareció engullida por la nueva fortificación y se tuvo que abrir otra puerta, muy cerca del baluarte, en lo que es hoy la plaza de la Porta de Santa Catalina. Así fue como ese rincón olvidado pasó a convertirse en el recibidor occidental de Palma. Allí se unían la ciudad con el arrabal de Santa Catalina y, por extensión, con las comarcas de Ponent. El virrey Antoni Doms (1578-1582) hizo blasonar la puerta con las armas de su linaje, lo que provocó la protesta inmediata de los Jurados de la ciudad. Ello era debido a que los escudos que remataban las puertas de las murallas estaban reservados exclusivamente, de inmemorial, a la heráldica del Rey y a la del Reino. Esta puerta fue sustituida en 1644 por otra nueva, la cual se colocó más centrada en la cortina de la muralla. En dicha puerta –que se denominó puerta nueva de Santa Catalina– se añadió, en la parte que daba a la plaza, un cuerpo de guardia. Al mismo tiempo, en la parte exterior, se construyó un puente de piedra de siete arcos para poder salvar el desnivel del nuevo lecho de la Riera. Parte de ese mismo puente es el que se puede contemplar en la actualidad. El frontispicio de esta nueva puerta se blasonó esta vez siguiendo la costumbre: un escudo de piedra de dimensiones considerables con las armas del rey de Aragón (hoy conservado en el Palacio de la Almudaina), flanqueado por otros dos escudos, éstos más pequeños, cargados con las armas del reino de Mallorca (uno adorna la puerta de acceso al Hort del Rei mientras que el otro está colocado en la fachada del Museo de Mallorca). Debajo, una lápida rezaba: "REYNANDO LA MAGESTAD DEL REY DN PHELIPE IIII N.S. Y SIENDO VIREY Y CAPITAN GENERAL D. UISEPH PEREZ POMAR TORRES Y MENDOÇA ·Y· IURADOS DESTA CIUDAD NICOLAS TOGORES · FRANCISCO GARRIGA ·NICOLAS ARMENGOL · RAMON ESTADA· ANTONIO SOCIAS ·Y· MIGUEL FIOL ·SE ACABO ESTA PUERTA EN EL AÑO 1644" (ésta también se conserva en el Museo de Mallorca).
Así pues, desde la apertura de la puerta de Santa Catalina, la plaza se convirtió en testimonio cotidiano de los transeúntes que iban y venían de los barrios marineros de Santa Cruz y Santa Catalina; o bien de payeses provenientes de las fincas de los alrededores, o de lugares más lejanos, como Calvià o Andratx. Una plaza en constante movimiento de personas y mercancías mientras los niños jugaban a bolles, nolits, hacían rodar la argolla cuesta abajo o se apedreaban entre las diferentes bandas juveniles.
La plaza, a pesar de haberse convertido en un lugar muy concurrido, siguió siendo una explanada de tierra, en verano gobernada por el polvo y en invierno por el barro. Leyendo un informe de 1871, uno se da cuenta de que la situación no había cambiado demasiado: "La plaza de la Puerta de Santa Catalina, está formada, a excepción de uno de sus lados, por líneas de casas reducidísimas y de pésimas condiciones higiénicas, que hacen que esté mirado como uno de los sitios más excéntricos, siendo así que por su situación especial está destinado a ser uno de los más concurridos de la ciudad, atendida la importancia que de día en día va tomando el barrio de Santa Catalina, con las numerosas construcciones que en él se hacen. Para conseguir que esta parte de población vaya adquiriendo la importancia que está llamada a tener, debe reformarse dicha plaza, hoy sin objeto alguno, y convertirla en espaciosa calle de 16 metros de anchura, que variando por completo la irregular figura que actualmente tiene, mejore el ornato de aquella parte de población y dé mayor valor a los edificios en ella existentes". Ese informe, por cuestiones presupuestarias, no tuvo demasiada repercusión en la plaza. Ya en el siglo XX, después de la Guerra Civil, el ayuntamiento de Palma decidió cambiar el nombre de la plaza denominándola Jinetes de Alcalá, en recuerdo del grupo de oficiales del Ejército que en Palma encabezaron, junto a los falangistas, el alzamiento militar del 36.
Se encargó a la Comisión de Obras y Reforma Interior un proyecto de urbanización de la plaza. El diseño fue proyectado por el arquitecto municipal Enric Juncosa, en cuya memoria se puede leer: "Con el fin de que desaparezca el estado salvaje en que se encuentra esta plaza, se proyecta su urbanización por medio del establecimiento del pavimento de las vías circundantes y al trazado de un sencillo jardín [...]. En el centro de este jardín y en memoria de los titulares de la plaza se proyecta un sencillo obelisco rodeado de un pequeño estanque con el fin de que, además de su aspecto decorativo, tenga el fin práctico de proveer de agua a los vecinos de aquella barriada". Este proyecto sí se ejecutó. Unos años más tarde, el Plan Alomar modificó uno de los laterales, como queriendo alargar las fachadas del Paseo Mallorca hasta la plaza.
Con el retorno de la democracia, en tiempos del alcalde Ramon Aguiló, se recuperó el nombre tradicional y se retiró la placa que conmemoraba a los Jinetes de Alcalá. Hace unos meses se inició la remodelación integral de la plaza, se ha retirado el obelisco, se ha añadido nuevo mobiliario, nuevas esculturas, se ha cambiado el pavimento... El viernes se pudo ver el resultado. El anhelo de los antiguos y actuales habitantes de Palma de dignificar la plaza ya es una realidad.
(*) Cronista oficial de Palma