L. DURÁN. PALMA. Con el rey en el exilio, y España en guerra con el francés, el Consejo de Regencia puso la vista en la Llonja de Palma como fundición, cerrada la de Barcelona y en peligro la ubicada en Sevilla.
El historiador Àngel Aparicio ha querido reforzar "lo que hasta ahora sólo se sabía de oídas" con la aportación de documentación extraída del Arxiu del Regne de Mallorca y del Archivo de Andalucía en Sevilla. El resultado: Sa Llonja, una fundició de canons durant la guerra de la Independència, que ayer fue presentado en el Centro de Historia Militar de Palma, acompañado de Domingo Jiménez Riutord, coronel retirado que estuvo al frente de la Capitanía general de Balears.
"Parece una fantasía imaginar el edificio de la Llonja como una fundición, pero gracias a los documentos que aporto se le da un aire de realidad", expresa el presidente del Grup per l´Estudi de les Fortificacions Balears.
Por orden expresa del Consejo de Regencia, el coronel Joaquín Ruiz de Porras, establece la fundición en el edificio gótico creado por Gaudí. No, sin cierta controversia que enfrentó a los partidarios, los militares, y los opositores, el brazo social. Mariano Canals fue nombrado el comisionado para mediar.
Aparicio recuerda que el edificio llegó a utilizarse, sólo que con el vaivén de la contienda, Regencia dio el alto a que se continuará utilizando la lonja como fragua. Hasta dieciséis hornos se llegaron a hacer en el interior del edificio, aunque "no hay una cifra exacta de cuántos cañones llegaron a hacerse". Sí que "hubo fundición de cañones viejos, se trajeron hasta la isla unos ciento setenta, para que de sus restos se crearan nuevas armas de combate".
El historiador no ha averiguado cuántos cañones llegaron a hacerse ni cuántos salieron de la isla, pero sí cree que "con el paso del tiempo, muchos acabaron convertidos en campanas o en esculturas". Sin embargo, la hipótesis no está cotejada con documentación.
Para convertir la lonja en fundición fueron necesarias una serie de obras que "hicieron padecer al edificio", como los zócalos y fundamentos en el suelo para situar en el hueco los hornos. "El suelo quedó destrozado; aquel mármol negro que describió Jovellanos, se arruinó", comenta Àngel Aparicio.
El historiador Àngel Aparicio ha querido reforzar "lo que hasta ahora sólo se sabía de oídas" con la aportación de documentación extraída del Arxiu del Regne de Mallorca y del Archivo de Andalucía en Sevilla. El resultado: Sa Llonja, una fundició de canons durant la guerra de la Independència, que ayer fue presentado en el Centro de Historia Militar de Palma, acompañado de Domingo Jiménez Riutord, coronel retirado que estuvo al frente de la Capitanía general de Balears.
"Parece una fantasía imaginar el edificio de la Llonja como una fundición, pero gracias a los documentos que aporto se le da un aire de realidad", expresa el presidente del Grup per l´Estudi de les Fortificacions Balears.
Por orden expresa del Consejo de Regencia, el coronel Joaquín Ruiz de Porras, establece la fundición en el edificio gótico creado por Gaudí. No, sin cierta controversia que enfrentó a los partidarios, los militares, y los opositores, el brazo social. Mariano Canals fue nombrado el comisionado para mediar.
Aparicio recuerda que el edificio llegó a utilizarse, sólo que con el vaivén de la contienda, Regencia dio el alto a que se continuará utilizando la lonja como fragua. Hasta dieciséis hornos se llegaron a hacer en el interior del edificio, aunque "no hay una cifra exacta de cuántos cañones llegaron a hacerse". Sí que "hubo fundición de cañones viejos, se trajeron hasta la isla unos ciento setenta, para que de sus restos se crearan nuevas armas de combate".
El historiador no ha averiguado cuántos cañones llegaron a hacerse ni cuántos salieron de la isla, pero sí cree que "con el paso del tiempo, muchos acabaron convertidos en campanas o en esculturas". Sin embargo, la hipótesis no está cotejada con documentación.
Para convertir la lonja en fundición fueron necesarias una serie de obras que "hicieron padecer al edificio", como los zócalos y fundamentos en el suelo para situar en el hueco los hornos. "El suelo quedó destrozado; aquel mármol negro que describió Jovellanos, se arruinó", comenta Àngel Aparicio.