elmundo-eldia.com 3-10-2007
Los edificios más destartalados de la capital balear se encuentran situados en pleno casco histórico y en el ensanche
LORENZO MARINA. PALMA.- Desconchones, persianas desprendidas, ruina... Este es el paisaje urbano de buena parte del casco urbano de Palma: demoledor o, mejor dicho, al borde de la demolición. El centro histórico está repleto de casas apuntaladas, destartaladas o directamente en ruinas.
Un paseo por el centro histórico de Palma, con las inmediaciones de Sa Gerreria como punto neurálgico, basta para comprobar como una buena parte de las construcciones más vetustas amenazan con venirse abajo. Algunas de ellas están apuntaladas.
Así, los contrastes se agudizan entre las casas reformadas y remozadas y las otras que aún conservan su vetusta y desvencijada fachada. Tal es el caso de la calle del Forn den Vila, frente a los juzgados de Sa Gerreria. Una limpia fachada de nuevo cuño contrasta con los desconchones por doquier de los inmuebles colindantes.
Mientras en la misma calle Sa Gerreria se puede observar el paisaje lunar de otro inmueble. De no mediar una valla, se diría que ha sido trasladada de Bosnia a Palma con una sustancial diferencia: en la capital balear no ha habido una devastadora guerra.
Otro agudo contraste se da en un inmueble de la calle Mateu Enric Lladó, a escasos metros de la Porta de Sant Antoni. Parece como si todos los vecinos del inmueble se hubieran puesto de acuerdo para hacer la colada al mismo tiempo. Las ropas, además, sirven para llamar la atención sobre el precario estado del edificio donde se alojan.
Unas escenas muy similares se pueden ver en la calle Hostal den Bauló. Un reciente incendio en una vivienda ha provocado que un olor a quemado impregne la zona. De hecho, aún permanece colgada la cinta de los bomberos precintando una casa. Mientras, en la plaza de Josep Maria Quadrado los cuantiosos desperfectos los presenta un edificio del Govern, frente a otros muchos edificios remozados de las inmediaciones.
Las casas destartaladas se pueden ver por doquier en la calle Santa Clara, justo detrás del Museo de Mallorca. También la calle Pes de la Palla se pueden observar los desconchones en los muros de la fachada de las vivienda.
La calle Socorro también aglutina una buena parte de las patologías en la construcción en algunas de sus viviendas más olvidadas. También en la plaza de Llorenç Bisbal se advierten viviendas ruinosas.
De hecho, ni siquiera es necesario adentrarse demasiado por el centro histórico de Palma. Ni siquiera la concurrida Porta de Sant Antoni se salva. Las destartaladas viviendas son fácilmente visibles con el mero esfuerzo de levantar la vista algo más que de costumbre.
Esta situación del centro histórico de Palma es extrapolable al ensanche de la capital balear. La continuación del casco histórico, en las inmediaciones de las avenidas aglutinan un buen número de despropósitos. A la pobreza de los materiales se une un nulo mantenimiento. En este sentido, Son Gotleu es otro de los barrios palmesanos con un mayor número de viviendas con desperfectos.
Entre todas las anomalías, el escaso respeto por el cuidado de las cubiertas de los edificios es el desencadenante de buena parte de los desaguisados posteriores. Así, un estudio de la empresa ITE balear, encargada de la inspección de los edificios, desvelaba algunas de estas imperfecciones.
«En algunos casos el problema obedece a la mala tecnología de construcción utilizada. En los edificios de posguerra se perciben la pobreza de los materiales utilizados», puntualiza el arquitecto José Vich.
Sin embargo, uno de los peores problemas es el nulo mantenimiento y el escaso respeto por las viviendas. «En algunas cubiertas de los edificios nos hemos encontrado lavadoras viejas, bicicletas y motos abandonadas. Muchos no han asimilados que la cubierta es una parte del edificio que hay que mantener», subrayó.
Otra de las causas de estos desperfectos es el nulo cuidado de las bajantes. Las humedades no tardan en aparecer por los lugares más insospechados de los edificios. «Durante una de las inspecciones nos encontramos que había 10 centímetros de agua en una cubierta. En realidad, una pelota de tenis había taponado la bajante y nadie se molestó en sacarla», abundó Vich.
Toda esta falta de mantenimiento acarrea una serie de graves riesgos no sólo para los moradores, sino también para los transeúntes. «Muchas persianas si no se pintan se corroen. Luego se dilatan y amenazan con desprenderse», insiste este arquitecto. Las consecuencias no se hacen esperar. Buena prueba de ello es el reciente derrumbe de un edificio en la esquina de las calles Colón y Peixeteria, a escasos metros de distancia de Cort.