El patrimonio industrial que el mallorquín Guillem Amengual ha reunido y restaurado en su finca de Algaida sufre las inclemencias del tiempo sin que nadie haya hecho nada por evitarlo. El Consell se ha comprometido ahora a catalogarlo
Uno de los vehículos de transportes Ebro. Foto: Sebastià Llompart
MATEU CUART. PALMA. "Esto no es sólo cultura, es un pedazo de nuestra historia", explica Guillem Amengual, que ha dedicado buena parte de su vida a aglutinar en su finca de Son Pujolí, en Algaida, el grueso del patrimonio industrial de la isla, de incalculable valor, sin que nadie desde ninguna institución haya hecho nada por apoyarle.
"Es una vergüenza", se lamenta el restaurador, cansado de firmar créditos y letras para que la sociedad de mañana pueda conocer de dónde viene, y de escuchar buenas palabras de los políticos que no llegan a concretarse. "El Govern tendría que comprar la finca, crear un taller escuela para aprender el oficio de restaurador, y crear unas rutas históricas por el campo, creando cobertizos en los que proteger la maquinaria", sugiere.
Entretanto, el cañón antiaéreo más famoso de Europa, un camión anfibio comprado por el Ejército para la Marcha Verde y que llegó a maniobrar en Cabrera, un Ebro con cabina de madera de Transportes Pons, "la única empresa de este tipo que había en Mallorca hace 30 ó 40 años", o la máquina con la que se suministraba gasolina a los aviones de Mussolini que bombardearían Barcelona o Valencia, sufren las inclemencias de una vida al raso.
La colección de Amengual, que el Consell se ha comprometido ahora a catalogar a través de un historiador que hasta la fecha sólo ha visitado dos veces la finca, pese a que debería presentar su proyecto en junio, incluye desde GMC?americanos de la Segunda Guerra Mundial, con tracción total a las diez ruedas, hasta la apisonadora Invicta que hizo la carretera de s´Arenal hasta Es Cap Blanc."Con esto se ha construido Mallorca, no se puede ir de aquí", sostiene el coleccionista, al que se empañan los ojos cuando sopesa la posibilidad de aceptar alguna de las muchas ofertas que ha recibido por sus tesoros, todos restaurados y muchos en funcionamiento.
Su joya de la corona es una Hispano Suiza de 1914, el camión de bomberos más antiguo de Palma, en funcionamiento desde 1928 hasta los 60, cuando fue relegado a un cargo de segunda, el de regar la plaza de toros. Amengual lo compró en los 90, absolutamente inservible, y restauró pintura, chasis y mecánica. A?él le ha reservado un hueco en un estibado garaje en el que se cobijan también el autocar más viejo de la isla, con volante a la derecha y sin frenos delanteros, que cubría la ruta Maria de la Salut - Sineu - Lloret - Pina -?Algaida, así como dos motores de finales del XIX que aún hoy es capaz de poner en marcha y hacer funcionar con la precisión de uno de los múltiples relojes que también colecciona.
Amén de curiosidades como el segundo modelo diesel de Caterpillar, o el grupo eléctrico de una fábrica de zapatos de Inca, el restaurador cuenta con un espacio reservado a los servicios ferroviarios en el que, sobre vías de una medida especial –914 milímetros– que aún conserva el Tren de Sóller, muestra una Maffeis de la salinera de Formentera, así como un vagón de carga adaptado como máquina de tren para reparar las vías.
"Todo esto tiene que ser del pueblo mallorquín", admite Amengual, quien lamenta que Balears ostente el dudoso honor de ser, con Aragón, la única autonomía que no ha presentado un estudio para la creación de un museo industrial.