JOAN RIERA. RIERA.DIARIODEMALLORCA@EPI.ES El Born con mayúscula que todos conocemos no es el único born que ha tenido la ciudad. El born era el lugar en el que se bornejaba, el espacio público donde se celebraban las justas y estafermos entre caballeros.
Resulta lógico pensar que a lo largo de los siglos estos juegos no siempre se pudieron organizar en el antiguo lecho de sa Riera ni en la explanada que ocupó el torrente cuando en 1613 fue sacado extramuros de la ciudad.
En la toponimia de Palma ha quedado marcada la palabra born en otros lugares que, por lógica, debieron de ser escenarios de estos entretenimientos propios de las coronaciones de reyes, del nacimiento de herederos de la corona o de victorias militares.
El Born de Sant Jeroni, en la actual plaza del mismo nombre, es citado muy pocas veces en los documentos palmesanos recopilados por Diego Zaforteza y Musoles.
Sin embargo, el Born de Santa Clara es una denominación que se repite frecuentemente en contratos e inventarios entre los siglos XVI y XIX. Era el límite sur del Call, en esta calle residieron el artista Miquel Bestard [1592-1633] –alias es pintor loco– o el poeta Joan Alcover [1854-1926].
El Born de Santa Clara se ubica básicamente en la actual calle de Sant Alonso, aunque con su antigua denominación terminaba en la calle de Can Fonollar. Entre ésta y la calle de Santa Clara se denominaba Forn de´n Seguí.
La comisión de rotulación de las calles de Palma creada en 1862 y liderada por José María Quadrado decidió darle el nombre de Beato Alonso, en homenaje al jesuita que fue portero de Montision. Cuando en 1888 fue canonizado, el nuevo rango fue incorporado al nomenclátor.
En 1983, el departamento de Llengua Catalana de la universidad presentó un informe al Ayuntamiento sobre los cambios que debían introducirse en el callejero de Palma.
El profesor Gabriel Bibiloni defendió la recuperación del nombre ancestral: "És prou important, històric i recordat popularment com per recuperar-lo". El acertado criterio del lingüista fue desatendido por Cort.
Afortunadamente, y como si de una sutil venganza se tratara, junto a la placa carrer de Sant Alonso persiste el azulejo de finales del XVIII que recuerda o inquiere a los visitantes sobre la denominación tradicional.