diariodemallorca.es 6-2-2010
JOSÉ Mª LAFUENTE BALLE (*) Ha resultado altamente polémica la decisión del Ayuntamiento de Palma de mantener el monumento al buque "Baleares" ubicado en la Feixina, limitándose a retirar los escudos y demás símbolos falangistas. Entre otras voces críticas, las asociaciones para la recuperación de la Memoria Histórica se han manifestado deshonradas y desdeñadas.
Por supuesto que, en tanto que tratamos de cuestiones altamente sensibles, todas las reacciones resultan comprensibles. Ahora bien, interesa destacar que el Ayuntamiento no ha hecho más que aplicar la ley. En efecto, el art. 15 de la Ley de la Memoria histórica ("Las administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la dictadura") se conmina a los ayuntamientos y demás administraciones solamente a retirar aquellas insignias que "exalten" la dictadura. Y esto es precisamente lo que ha acordado el Ayuntamiento de Palma porque una cosa es un monumento histórico del franquismo y otra cosa diferente es la exaltación y el ensalzamiento de símbolos fascistas.
Se trata de una diferencia capital. El régimen del general Franco ocupó 40 años de la historia que no se pueden obviar. Esta dictadura forma parte de nuestro pasado, al igual que la del general Primo de Rivera o la década ominosa de Fernando VII. La historia incluye también periodos vergonzantes.
Los ejemplos de monumentos construidos en periodos autárquicos son cuantiosos. En Roma permanece el obelisco del Foro Itálico (antes, Foro Mussolini). En Lisboa nadie se ha planteado derribar el monumento a los descubridores que el doctor Salazar mandó construir junto al Tajo. ¡Qué decir del estadio olímpico de Berlín con toda su significación nazi! Pero el origen histórico de estas construcciones no es causa suficiente para que las modernas democracias de estos países opten por su derribo.
La historia deja huellas y carece de sentido pretender obviarlas como si jamás hubiesen ocurrido. Otra cosa es que deban destruirse los símbolos falangistas, fascistas o nazis con que se construyeron.
(*) Profesor de Derecho Constitucional UDG