diariodemallorca.es 25-12-2009
La pintura que representa la Anunciación y el vehículo policromado vuelven al museo tras diez años sin poder verse
M. ELENA VALLÉS. PALMA. Dos piezas acaban de incorporarse a la exposición permanente del Museu Diocesà: el tríptico de Mendia y un carruaje del siglo XVIII. Tras una rehabilitación que arrancó en mayo y que ha ejecutado el taller de restauración del Obispado, el óleo renacentista regresa al recorrido del centro de arte sacro de Ciutat, pues la pieza "formó parte desde el primer momento de la muestra del museo reformado que se inauguró en 2007". Sin embargo, su "preocupante" estado de conservación, "con desprendimientos de la capa pictórica", obligaron a retirarla en las salas de reserva.
El tríptico, que representa la Anunciación con Sant Antoni Abat y Sant Cristòfol y que es descrito por Maria del Mar Gaita Socias, técnica del centro e historiadora del arte, como "la pintura más renacentista de Mallorca", se exhibió en la exposición provisional que se instaló en la capilla de la Casa de la Església mientras transcurrían las obras de remodelación del Diocesà. "Las inadecuadas condiciones ambientales afectaron a la pieza", relata Gaita.
La pintura, de principios del siglo XVI, es anónima, pero el profesor Marià Carbonell se la atribuye a Ferrando de Coca. "Hay otro de él muy famoso que se encuentra en el Museu de Mallorca", detalla la técnica. La pieza procede del oratorio de la possessió de Mendia, en Manacor. "Ingresó en la colección del Diocesà a principios del siglo XX a instancias de Mossèn Antoni Maria Alcover, uno de los principales impulsores de este centro en sus inicios", prosigue.
La tabla central del tríptico representa la Anunciación. La Mare de Déu y el arcángel Sant Gabriel ocupan el primer plano: ella arrodillada frente a un reclinatorio con un libro abierto y con una mano sobre el pecho en señal de respeto; el arcángel señala con el dedo índice hacia el cielo en su misión de anunciador. Entre ambos, un jarrón de lirios, símbolo de pureza. "La escena se desarrolla en un marco trabajado con un considerable detallismo", describe Gaita. La tabla lateral de la izquierda presenta una imagen de Sant Antoni Abat, de acuerdo con la iconografía habitual: el hábito de su orden con la campanita, el libro, el rosario y el cerdito. La otra tabla es Sant Cristòfol, de perfil atravesando el río con Jesucristo sobre las espaldas.
Los trabajos de restauración han consistido en una limpieza del tríptico, así como en la consolidación y reintegración pictórica. El coste de esta rehabilitación asciende a 3.000 euros, todos ellos sufragados a partir de la ayuda que el Consell otorgaba todos los años al Obispado en base a una partida nominativa de su presupuesto.
El carruaje dieciochesco es la otra pieza que se reincorpora al museo tras permanecer diez años oculto en el monasterio de Sant Bartomeu de Inca, durante la remodelación del Palau Episcopal. "En Mallorca debe quedar alguno de este tipo en algún casal, pero es una pieza bastante excepcional", asegura Gaita. Tras los trabajos de desinfección y consolidación del vehículo, que tenía carcoma, valorados en 19.000 euros financiados con la ayuda de la institución insular, el carruaje dorado y policromado se ha trasladado a las dependencias del museo. "Todavía no sabemos qué representan las escenas paganas pintadas en las dos puertas laterales y en el frontal y el dorso", indicó la técnica. "Parecen parejas de dioses, pero no me cuadra según la mitología tradicional", dice, mientras muestra un águila que representa a Zeus, pero que no tiene nada que ver con un espejo que también aparece.
El carruaje de madera figura entre los bienes que ingresaron en el museo en el momento de su constitución, en el año 1916. A la pieza siempre se la ha conocido como el carruaje del obispo, pero en los inventarios aparece como un carruaje procedente de la familia Despuig, quien debió donarlo a algún obispo.
Ante el desconocimiento de las imágenes representadas en la diligencia, Gaita apuntó la posibilidad de pedir ayuda a algún especialista de alguno de los museos de carruajes de la península, como el de Sevilla. Todo para realizar un estudio histórico-artístico de la iconografía de carácter mitológico que presenta la pieza.
Junto al carruaje, hay dos puertas sueltas de otro vehículo y dos pares de ruedas: unas doradas y otras verdes. "Las doradas podrían ser de este carro", aventura. A la pieza aún le faltan algunas cartelas informativas.
M. ELENA VALLÉS. PALMA. Dos piezas acaban de incorporarse a la exposición permanente del Museu Diocesà: el tríptico de Mendia y un carruaje del siglo XVIII. Tras una rehabilitación que arrancó en mayo y que ha ejecutado el taller de restauración del Obispado, el óleo renacentista regresa al recorrido del centro de arte sacro de Ciutat, pues la pieza "formó parte desde el primer momento de la muestra del museo reformado que se inauguró en 2007". Sin embargo, su "preocupante" estado de conservación, "con desprendimientos de la capa pictórica", obligaron a retirarla en las salas de reserva.
El tríptico, que representa la Anunciación con Sant Antoni Abat y Sant Cristòfol y que es descrito por Maria del Mar Gaita Socias, técnica del centro e historiadora del arte, como "la pintura más renacentista de Mallorca", se exhibió en la exposición provisional que se instaló en la capilla de la Casa de la Església mientras transcurrían las obras de remodelación del Diocesà. "Las inadecuadas condiciones ambientales afectaron a la pieza", relata Gaita.
La pintura, de principios del siglo XVI, es anónima, pero el profesor Marià Carbonell se la atribuye a Ferrando de Coca. "Hay otro de él muy famoso que se encuentra en el Museu de Mallorca", detalla la técnica. La pieza procede del oratorio de la possessió de Mendia, en Manacor. "Ingresó en la colección del Diocesà a principios del siglo XX a instancias de Mossèn Antoni Maria Alcover, uno de los principales impulsores de este centro en sus inicios", prosigue.
La tabla central del tríptico representa la Anunciación. La Mare de Déu y el arcángel Sant Gabriel ocupan el primer plano: ella arrodillada frente a un reclinatorio con un libro abierto y con una mano sobre el pecho en señal de respeto; el arcángel señala con el dedo índice hacia el cielo en su misión de anunciador. Entre ambos, un jarrón de lirios, símbolo de pureza. "La escena se desarrolla en un marco trabajado con un considerable detallismo", describe Gaita. La tabla lateral de la izquierda presenta una imagen de Sant Antoni Abat, de acuerdo con la iconografía habitual: el hábito de su orden con la campanita, el libro, el rosario y el cerdito. La otra tabla es Sant Cristòfol, de perfil atravesando el río con Jesucristo sobre las espaldas.
Los trabajos de restauración han consistido en una limpieza del tríptico, así como en la consolidación y reintegración pictórica. El coste de esta rehabilitación asciende a 3.000 euros, todos ellos sufragados a partir de la ayuda que el Consell otorgaba todos los años al Obispado en base a una partida nominativa de su presupuesto.
El carruaje dieciochesco es la otra pieza que se reincorpora al museo tras permanecer diez años oculto en el monasterio de Sant Bartomeu de Inca, durante la remodelación del Palau Episcopal. "En Mallorca debe quedar alguno de este tipo en algún casal, pero es una pieza bastante excepcional", asegura Gaita. Tras los trabajos de desinfección y consolidación del vehículo, que tenía carcoma, valorados en 19.000 euros financiados con la ayuda de la institución insular, el carruaje dorado y policromado se ha trasladado a las dependencias del museo. "Todavía no sabemos qué representan las escenas paganas pintadas en las dos puertas laterales y en el frontal y el dorso", indicó la técnica. "Parecen parejas de dioses, pero no me cuadra según la mitología tradicional", dice, mientras muestra un águila que representa a Zeus, pero que no tiene nada que ver con un espejo que también aparece.
El carruaje de madera figura entre los bienes que ingresaron en el museo en el momento de su constitución, en el año 1916. A la pieza siempre se la ha conocido como el carruaje del obispo, pero en los inventarios aparece como un carruaje procedente de la familia Despuig, quien debió donarlo a algún obispo.
Ante el desconocimiento de las imágenes representadas en la diligencia, Gaita apuntó la posibilidad de pedir ayuda a algún especialista de alguno de los museos de carruajes de la península, como el de Sevilla. Todo para realizar un estudio histórico-artístico de la iconografía de carácter mitológico que presenta la pieza.
Junto al carruaje, hay dos puertas sueltas de otro vehículo y dos pares de ruedas: unas doradas y otras verdes. "Las doradas podrían ser de este carro", aventura. A la pieza aún le faltan algunas cartelas informativas.