24 de gener 2010

La casa de Miró

diariodemallorca.es 24-1-2010

M. ELENA VALLÉS Hubo un tiempo en que las grúas atentaban contra la vista que Joan Miró tenía desde Son Abrines. El pintor –"aislado entre su casa y su taller"– contemplaba, según el fallecido escritor Baltasar Porcel, cómo iban construyéndole a su alrededor. De las cercanías pasadas, estamos ahora en que la grúa se ha colado casi casi en el salón de la casa del artista, propiedad de la familia. No es un secreto ni se atenta contra la intimidad de nadie decirlo, porque desde las inmediaciones de la Fundació Pilar i Joan Miró sobresale un brazo gigante de hierro que transporta material de un sitio a otro.
La fisonomía de la casa comienza a alejarse de aquel "chaletito modesto de muebles austeros, una casa corriente de una familia media de la época", según la definía el ceramista Lluís Castaldo. Pero nadie puede detener lo que es legal, porque la residencia de Miró jamás fue catalogada por ningún equipo de gobierno municipal. Así que el dolor de verla transformada afecta directamente a la memoria histórico-cultural de Mallorca. A partir de hoy mismo, desde la Fundació deberán rectificar ante los visitantes: "He ahí lo que queda de la casa de Miró".
Ya en 2007 la familia donó la biblioteca personal del artista, albergada en esta casa de la que hablamos, a la Fundació Miró de Barcelona. Entre los títulos: novelas de juventud como Ivanhoe de Walter Scott, libros de Fantomas o Jack el justiciero de Edgar Wallace. Pero también se donó la biografía de Miró esparcida por esos papeles: frases subrayadas en Conversaciones con Goethe; una foto carnet dedicada a Pilar Juncosa, "la meva oreneta", entre las páginas de La vida Nova de la Biblioteca de l´Avenç. Y libros de poesía muy manoseados de Carner, Juan Ramón Jiménez, Lorca. Obras de Freud, Henry Miller... Max Ernst le dedicó un poemario donde le califica de amigo "amenaza de los insectos", y André Breton le firmó otro donde le considera "bello como el alquitrán". Pues todo esto estaba en Mallorca.
La inalterada Son Abrines queda en fotos y en los recuerdos de los que la visitaron: "Era una casa austera, de pequeños burgueses, nada vanguardista. En las paredes recuerdo que colgaba una obra de Miró, un Léger y un abanico enmarcado dedicado por el pintor a su esposa", rememora el periodista Antoni Pizá. Valentí Puig retiene el día en que el artista conversaba con Jacques Dupin. Joan Ferrer Miserol hablaba de aquella casa en la que los niños correteaban el día del primer cumpleaños de Lola, la biznieta del artista. Precisamente fue el economista Ferrer quien le descubrió a Miró Xicraini, poemario de Andreu Vidal, quien será homenajeado en la Fundació el próximo mes de marzo. Con lo que queda de la casa original de Miró de fondo.