diariodemallorca.es 17-8-2008
La Talaia des Verger, mal conocida como Torre de ses Ànimes
CARLOS GARRIDO. La imagen de Mallorca como paraíso fuera del tiempo es bastante reciente. Durante siglos, la vida en la isla era dura y en nada podía considerarse idílica. Así se explica que desde tiempos remotos, la costa fuera una zona poco habitada. La gente buscaba seguridad en algunas colinas del interior, lejos de piratas e invasores.
Por eso, las torres de defensa y vigilancia costeras son uno de esos elementos ´parlantes´ del patrimonio. Hablan de muchas cosas. En primer lugar, de esa inseguridad permanente que producía el mar, que por un lado comunicaba la isla, pero por otro era una puerta abierta a los visitantes indeseables. También de la dificultad de acceso; muchas de ellas estaban en parajes inhóspitos, lejos de cualquier centro habitado. Su carácter defensivo a veces era más simbólico que otra cosa, puesto que el Cuerpo de Torreros que estaba su cargo siempre estuvo mal dotado y armado. Eran los primeros en caer prisioneros en caso de ataque pirata. Igualmente hablan de pobreza, puesto que los vigilantes tenían que subsistir como podían. Y su construcción podía tardar muchos años por falta de dinero. También fueron un primitivo sistema de señales, por medio de fuegos o humo.
Las más robustas y con mayor diámetro eran de defensa. Estaban dotadas de cañones. La de Sa Pedrissa, en Deià, dicen que fue la última en disparar. Y que el hombre que sabía manejar el cañón era cojo y vivía en Deià. Hasta hace poco el arma seguía allí, entre las piedras de la base. La célebre Talaia des Verger, mal conocida como Torre de ses Ànimes, es el prototipo de las torres de vigilancia, no armadas. Probablemente es una de lasa más antiguas, data del siglo XV.
De todas ellas me quedaría con de Ses Illetes, en medio de un islote, marina y pétrea. Como una metáfora en miniatura de lo que fue Mallorca durante siglos. Un castillo en el mar.