Última Hora 6-4-2010Juan Nadal Cañellas (*) Hace unas semanas asistimos en Palma a la polémica sobre la memoria histórica a propósito del monumento al
Baleares en
La Faixina. Finalmente se borraron de este monumento los símbolos de la dictadura. Ahora, el obelisco es un pilote mudo que dudosamente adorna un sencillo parque de nuestra ciudad.
El tiempo pasa inexorable. Dentro de años, nadie sabrá qué hace allí aquel obelisco ni preguntará por quién y por qué fue puesto allí. Se habrá esfumado la memoria histórica de una dictadura que durante cuarenta años cubrió de oscurantismo a España y la de unos muchachos que, probablemente ajenos a toda vinculación política, perdieron la vida al hundirse un navío que llevaba el nombre de nuestro archipiélago. Y lo más curioso es que la mutilación del monumento se ha hecho en nombre de la "memoria histórica". ¿No será más bien en nombre del olvido histórico?
Desde la más remota antigüedad, gobernantes del momento han rascado y apisonado en determinados monumentos las insignias o el nombre de los gobernantes que les precedieron. Así lo hizo Ramsés II en el antiguo Egipto, los romanos con una multitud de sus emperadores: Calígula, Nerón, Commodo, Eliogábalo.., los bizantinos con Focas, los papas de Roma con, por ejemplo, Julio II que mandó picotear hasta dejar irreconocibles los monumentos y escudos de su odiado Alejandro VI, el papa Borja, y ahora el socialismo con los recuerdos franquistas. Todos estamos de acuerdo con que se eliminen los recuerdos que representan un homenaje, las estatuas y los nombres de las calles, pero desmantelar todo otro testimonio histórico no es lo mismo y se le conoce desde la antigüedad con un nombre técnico: la "damnatio memoriae" (condenación del recuerdo), que pretende que nadie se acuerde jamás de que existió tal persona o tal hecho. ¿No es esto lo que hacen los actuales socialistas, por lo menos en
la Palma gobernada por ellos?
Cuando se discutía en Palma sobre el controvertido obelisco de
la Faixina, quise escribir este artículo, pero después pensé que iba a esperar unos días para hacerlo cuando estuviese ya en Roma. Italia es un país que nos da mil vueltas en lo cultural, cierto, no en lo político, y al tener un pasado dictatorial semejante al nuestro, puede darnos algunas pautas de cómo ha afrontado el problema. Pues bien, en Roma, calles y plazas, edificios y lápidas están llenas de recuerdos fascistas sin que esto molesta lo más mínimo a los romanos. Cierto, se eliminaron, como era justo, los monumentos homenaje, pero con el resto se ha tenido la sensibilidad de mantenerlos, como se dice “ad perpetuam rem memoriam” y las generaciones futuras cobren conciencia de lo que fue Aquila época de esclavitud que, sin embargo, algo bueno hizo por lo menos en la edilicia y en esto no cito más que la nueva ciudad del EUR.
Como decía Roma está llena de inscripciones fascistas. La plaza del mausoleo de Augusto tiene paredes inmensas llenas de ellas; los fascios sirven de marco, en diferentes plazas de la ciudad, a las listas de los caídos por el fascismo; sobre el escenario del teatro de la ópera hay una gran inscripción que dice: “En el año1928 S.M. Víctor Manuel III inauguró este teatro, siendo Duce Benito Mussolini – Año IX de la Era Fascista”. Pero quizás el monumento que más llama la atención es el altísimo obelisco del Foro Itálico, de mármol inmaculado, que pesa 770 toneladas y llega a la altura de los 36 metros y medio, obra de Mussolini, que lo hizo transportar desde los Alpes por carretas transportadas por sesenta bueyes en el que hizo grabar de arriba abajo con letras enormes la inscripción que cualquier pasante puede leer todavía: Mussolini Dux”.
Creo que los italianos han obrado más sabiamente que nosotros. ¿Se han inspirado en el ejemplo de aquel modelo griego de sabiduría y humanidad que fue Temístocles?
En 480 a.C. Ciro el Grande se aprestaba a atacar Atenas. El Oráculo de Delfos había dicho que los atenienses sólo podrían vencer si levantaban una muralla de madera. Prevaleció la interpretación de Temístocles que entendió que había que construir barcos y lanzarse al mar. Así se hizo, y los helenos se refugiaron en la isla de Salamina. Atenas fue devastada por los persas y el Partenón destruido, pero Temístocles en Salamina obtuvo una aplastante victoria sobre ellos. De regreso a la ciudad hubo que emprender la reconstrucción. Para reforzar la muralla de la Acrópolis que mira a la ciudad, Temístocles ordenó que se empleasen los tambores de mármol de las columnas dóricas del destruido Partenón. Cualquiera que visite Atenas puede verlas aún donde mandó colocarlas el estratega. Cierto que estéticamente no dicen muy bien con el conjunto de la Acrópolis. Así se lo hicieron notar a Temístocles sus conciudadanos, pidiéndole que las quitase. Él les respondió: “No las quitaré para que sean testimonio para las generaciones venideras de cómo tratan los atenienses a quienes osan despreciar a nuestros dioses”
(*) Doctor en Historia por la Sorbona