12 d’abril 2010

El oratorio de Sant Llorenç


diariodemallorca.es 6-4-2010


Interior de la iglesia de Santa Creu. Foto: M. Mielniezuk


BARTOMEU BESTARD (*) La parroquia de Santa Cruz, es institución medieval creada unos años después de la conquista de Mallorca de 1229. Este barrio formaba parte de la porción del obispo de Barcelona, Berenguer de Palou, uno de los magnates que participó en el reparto de la isla junto a Jaime I. Su feudo, desde el Puig de Sant Pere de la Ciudad de Mallorca, se extendía hacia el poniente mallorquín. El obispo Berenguer cedió el solar y financió las obras para levantar una iglesia. La advocación de la parroquia a la Santa Cruz debió responder a la voluntad de querer imitar la titularidad que tiene la Catedral de Barcelona.
La primera construcción corresponde al actual oratorio de Sant Llorenç, situado debajo del presbiterio del actual templo parroquial y que posee acceso propio a través de un bello portal ojival decorado por unas figuras zoomorfas sacadas del repertorio que aporta el bestiario medieval. Esta peculiar ubicación, y la falta de documentación, han provocado más de una conjetura sobre este oratorio. Unos le llaman cripta, otros lo consideran un templo originariamente independiente del templo parroquial. No es aventurado pensar que en un primer momento se quisiese realizar un presbiterio a la manera del que se hizo en la catedral de Palma, es decir, de dos plantas. De hecho, la capilla catedralicia de la Trinidad y el oratorio de Sant Llorenç son dos representaciones del gótico más primitivo —con el permiso, claro está, del oratorio del Temple—. Algún viajero que nos visitó en el pasado quiso ver cierta semejanza entre el alzado del templo de Sant Llorenç y el de la biblioteca del monasterio de Poblet. Las claves de bóveda de Sant Llorenç presentan un escudo con una traza característica utilizada durante el siglo XIII y muy a principio del siglo XIV. Curiosamente todos los escudos están raspados impidiendo conocer su titularidad heráldica, la cual probablemente correspondió a la del obispo de Barcelona, señor y fundador del templo. ¿Acaso fueron los monjes cartujos los responsables de borrar las antiguas armas de Berenguer de Palou, cuando en 1402 la rectoría quedó incorporada a la Cartuja? Ahí queda la pregunta.
Volviendo al aspecto del oratorio. Los arcos y pilastras que crean el pequeño jardín pétreo que es Sant Llorenç, son muy parecidos a los de la logia que circunda el patio de armas del castillo de Bellver. De hecho, la piedra para construir el templo provino de los alrededores de Bellver. Así se tiene documentado en 1343, cuando el malogrado rey Jaime III, autorizaba a los maestros de obras extraer piedra de las canteras cercanas al castillo. El historiador del arte, Marcel Durliat va más allá y apunta que los picapedreros que trabajaron en Bellver también lo hicieron en Sant Llorenç. Cuando se entra en esta bella iglesia se encuentra con cuatro pilares octogonales en los que descansan las nervaduras de las bóvedas de crucería. Allí dentro uno tiene la sensación de encontrarse en un oasis de palmeras pétreas. En el arranque de estas nervaduras se pueden observar restos de la policromía original, pintura que ha perdido prácticamente todo su aspecto resplandeciente. Y es que muchos interiores góticos, tanto civiles como religiosos, eran espacios fulgúreos que la moda de blanquear paredes de los siglos XVII y XVIII hizo desaparecer casi por completo. Un sencillo retablo, que por su traza podría datar del siglo XVI, preside el altar. Destacan la figura central de San Lorenzo y las escenas de la vida del santo representadas en la predela. En un lateral del oratorio se encuentra otra pieza singular: una escultura de Jesús crucificado datada a principios del siglo XV.
A mediados del siglo XIV el templo ya había quedado muy pequeño para acoger a los feligreses. Mucha gente no podía seguir las ceremonias "los últimos que llegan al oficio han de estar de pie y se sientan en los escalones con gran burla y vilipendio, muchos no pueden ver la Hostia en el momento de la elevación y no pueden oír al predicador". Y también fue a finales de la década de los cuarenta cuando se empezó a hacer el "cap de la nova església", es decir, se inició el presbiterio del templo de Santa Creu, el cual se asentaba sobre el ábside de Sant Llorenç.
Por tanto, a mediados del siglo XIV, el oratorio dejó de ser el templo parroquial para convertirse en capilla anexa a la iglesia de Santa Creu. Su conservación a lo largo de los siglos tuvo sus altos y bajos. Sabemos que en el siglo XVII, a parte de celebrarse misas, Sant Llorenç daba acogida a una escuela del barrio. Un siglo más tarde, el capitán Antoni Barceló ayudó regularmente a la conservación del templo. Sin tener demasiadas noticias, durante el siglo XIX el oratorio dejó de ser lugar de culto, incluso la Societat Arqueològica Lul·luliana se encargó de custodiar el retablo. No fue hasta 1921, gracias a la iniciativa de Francesc Sitjar, que la cripta-oratorio se restauró bajo la supervisión del arquitecto Guillem Forteza, se reclamó el viejo retablo para ser restaurado por los hermanos Sacanell y finalmente recolocado en su sitio. Finalmente, en 1979, el arquitecto Francisco Muñoz realizó una serie de modificaciones que dieron el aspecto actual del templo.