16 d’abril 2010
Dos fotografías de Can Mir
diariodemallorca.es 16-4-2010
JOAN RIERA
RIERA.DIARIODEMALLORCA@EPI.ES Un anuncio en un anuario comercial de los años 30. El negocio está en la avenida Conde de Sallent, número 2. Su teléfono es el 2115. La empresa, que es representante de las puertas de acero sistema Alfredo Santamaría, tiene sucursales en Inca y Manacor. Dos fotografías en blanco y negro. Una es interior. Se ven, de forma desordenada, máquinas de serrar, maderas amontonadas y sacos. La otra es exterior. Una nave central y dos laterales más bajas. Un rótulo de grandes dimensiones: "Almacén de maderas y de hierros de Juan Mir Jaume". Un negocio más. Un taller como otros muchos de los que en aquella época se ubicaban en las avenidas y en las principales carreteras radiales de entrada a la ciudad. Los militares habían cedido su espacio a los productores.
¿Qué tiene de especial éste entre decenas de almacenes similares? Que unos meses después de ser publicadas las imágenes se convirtió en uno de los escenarios del horror de la Guerra Civil española. Can Mir es uno de los ejemplos de cómo la perversión del hombre puede crear horror donde antes había un simple comercio, o arte, o deporte, o espiritualidad. Las maderas fueron retiradas y allí fueron internados miles de hombres fieles a la República.
En Can Mir coincidían de forma simultánea entre 700 y 1.000 presos. Comían unos boniatos hervidos a los que apenas habían quitado la tierra o unas legumbres. La actividad era prácticamente nula y las horas pasaban lentamente. Unos dibujaban, otros fabricaban cestos, la mayoría mantenían largas conversaciones a la espera de un futuro incierto. Los peores meses fueron los transcurridos entre septiembre de 1936 y marzo de 1937. Al anochecer, los carceleros leían una lista con los presos que iban a ser "puestos en libertad". A la salida les esperaba un grupo de falangistas que, sin juicio y sin piedad, les asesinaban en cualquier cuneta o muro de las afueras de la capital. Los crímenes continuaron hasta el cierre en 1941 del centro de detención sólo que se disfrazaban con un procedimiento judicial con condenas de "auxilio a la rebelión" para quienes se habían mostrado fieles a la autoridad legítima.
Can Mir, de almacén de maderas a matadero de hombres. No conviene olvidarlo.