Fachada del Forn de la Missió. Foto G. Bosch
CARLOS GARRIDO. Escribo este artículo comiendo un cocarroi del Forn de la Missió. Por un lamentable error de ubicación geográfica, en mi anterior artículo confundí el Forn de Sant Elíes (que acaba de cerrar) con el Forn de la Missió, que sigue abierto. Don Lluís Brunet, que lleva al frente de este establecimiento unos 17 años, recibió el jueves una llamada de un cliente. "Idò, i com així no m´havies dit que tanques?" Don Lluís le contestó: "Vatúa Deu, Sebastià. En aquestes hores no està s´horno per fer bollos". Pero dos o tres llamadas después, se dio cuenta del error. Y dejó en la recepción de este periódico una bandejita surtida: croissant, cremadillo, cocarroi... Con un cartel. "El forn de la Missió segueix obert els 365 dies de s´any". Este horno, situado en el número 36 del Carrer de la Missió y que afortunadamente sigue adelante con buena salud, tiene algunas especialidades notables. Por ejemplo es cardenal. Un producto que ya sólo se fabrica en dos o tres pastelerías de Mallorca. Se trata de un pastel a base de pasta de bizcocho, hecha con ingredientes naturales, y relleno de nata y merengue. "És molt complicat de fer, no és raro que no se faci", aclara.Aproveché mi conversación con don Lluís para preguntarle por el futuro de su profesión. "Has d´estimar molt s´ofici, quasi quasi com a sa dona". Explica que muchos hornos cierran sobre todo a causa de la jubilación, como ha ocurrido con el Forn Cremat o el Forn de Sant Elíes. "Cada dia hi ha manco professionals. El forner modern ja no sap ni fer un pa, tot ho fan les màquines. Pitxa un botó i es posa en marxa una cadena, i uns quants metres més enllà surt es pa congelat. Tot ha canviat molt. I aquest ofici és molt esclau, feixuc. Ho has d´estimar per tirar cap endavant".
Gracias al error del cronista conocemos así que el problema es muchas veces generacional. La gente que ha llevado los hornos durante años, con horarios realmente difíciles, trabajos duros y con márgenes de beneficio estrechos, no encuentra sustitutos. Porque así como el pan se hacía antes con leña, también existía esa satisfacción íntima de complacer a una clientela de siempre. Con nombres y apellidos. La tecnología y la despersonalización están poniendo fin a una forma tradicional de ejercer el oficio.