El ingeniero Antonio García-Delgado dirige la primera fase del trabajo en una zona que ha concebido «como un jardín vivo»
Antonio García-Delgado explica su proyecto sobre el terreno.
MARIANADÍAZ Concebir Raixa como una unidad forestal, agrícola y paisajística». «Recuperar las ideas que primaban a la hora de hacer un jardín en la época». «Tener en cuenta que el jardín es una cosa viva, que evoluciona». Así se expresa el ingeniero de montes y paisajista Antonio García-Delgado cuando se refiere a los objetivos generales de su proyecto para la restauración de los jardines de Raixa, en su primera fase, que acaban de comenzar, y que afectan, entre otros también al huerto y los frutales, a los denominados jardín de la logia y jardín de los naranjos, situados frente a la fachada que el visitante se encuentra al llegar a la possessió.
Para dar vida a unos jardines abandonados durante siglos, añade Pere Fullana, director del Relacions Institucionals del Consell, la mirada del experto se ha vuelto hacia el «espíritu ilustrado», a las ideas de «orden, placer, y utilidad» del XVIII «según las que todo, incluso el bosque, tenía que ser jardín». Así, en esta parte de la finca, se combinarán las zonas propiamente de recreo con las de huerto para dar vida a unos campos ahora yermos, pero que en tiempos del cardenal Despuig tuvieron una intensa vida, no sólo estética, sino de uso, ya que en el huerto se cultivaban frutales y hortalizas. Y así sucederá en el futuro. «Raixa no será un parque temático», dice García-Delgado. La intención es que recupere aquella vida de producción «agrícola y ecológica» y que sus frutos tengan «un destino social». Y, por otro lado, acogerá talleres de formación paisajística y jardinería, entre otros.
PazNaranjos, higueras, nísperos, arboles frutales, caquis, membrillos; el huerto; el paseo de las moreras, que irá junto al torrente y permitirá recuperar un antiguo sendero; o el lugar de «paz» en que García-Delgado convertirá al jardín de la logia mediante una combinación de «tonos azules, procedentes de los lirios y agapantos; blancos, de las flores de la murta, y los rosados de la rosa mutabilis»; los cipreses, que se mantendrán para «proteger el jardín de los naranjos», o la gran araucaria, «que tardará varios años en recuperarse». Estas especies conformarán un paisaje determinado de la finca en una combinación de colores a lo largo de todo el año. El resto de los jardines históricos de Raixa, presididos por la gran escalinata y sembrados de caminos de piedra, senderos o pequeños elementos arquitectónicos, se restaurarán en las siguientes fases del proyecto.
García-Delgado, que dirige un equipo integrado por arquitecta, arqueólogo, biólogo medio ambiental e historiadora, señala que en esta primera fase, de la que es redactor y director, «he seguido las directrices del Plan Director elaborado por la UIB y he procurado incluir ideas de su proyecto básico». Del citado plan Fullana apunta que «podríamos decir que es el marco teórico, que sirve de libro blanco de la rehabilitación».
Ésta la lleva a cabo la empresa estatal Tragsa, y la Fundación Biodiversidad, que posee un 70% de la finca, «ha delegado en el Consell [dueño del otro 30%] las directrices de lo que hay que hacer», finaliza Fullana.
MARIANADÍAZ Concebir Raixa como una unidad forestal, agrícola y paisajística». «Recuperar las ideas que primaban a la hora de hacer un jardín en la época». «Tener en cuenta que el jardín es una cosa viva, que evoluciona». Así se expresa el ingeniero de montes y paisajista Antonio García-Delgado cuando se refiere a los objetivos generales de su proyecto para la restauración de los jardines de Raixa, en su primera fase, que acaban de comenzar, y que afectan, entre otros también al huerto y los frutales, a los denominados jardín de la logia y jardín de los naranjos, situados frente a la fachada que el visitante se encuentra al llegar a la possessió.
Para dar vida a unos jardines abandonados durante siglos, añade Pere Fullana, director del Relacions Institucionals del Consell, la mirada del experto se ha vuelto hacia el «espíritu ilustrado», a las ideas de «orden, placer, y utilidad» del XVIII «según las que todo, incluso el bosque, tenía que ser jardín». Así, en esta parte de la finca, se combinarán las zonas propiamente de recreo con las de huerto para dar vida a unos campos ahora yermos, pero que en tiempos del cardenal Despuig tuvieron una intensa vida, no sólo estética, sino de uso, ya que en el huerto se cultivaban frutales y hortalizas. Y así sucederá en el futuro. «Raixa no será un parque temático», dice García-Delgado. La intención es que recupere aquella vida de producción «agrícola y ecológica» y que sus frutos tengan «un destino social». Y, por otro lado, acogerá talleres de formación paisajística y jardinería, entre otros.
PazNaranjos, higueras, nísperos, arboles frutales, caquis, membrillos; el huerto; el paseo de las moreras, que irá junto al torrente y permitirá recuperar un antiguo sendero; o el lugar de «paz» en que García-Delgado convertirá al jardín de la logia mediante una combinación de «tonos azules, procedentes de los lirios y agapantos; blancos, de las flores de la murta, y los rosados de la rosa mutabilis»; los cipreses, que se mantendrán para «proteger el jardín de los naranjos», o la gran araucaria, «que tardará varios años en recuperarse». Estas especies conformarán un paisaje determinado de la finca en una combinación de colores a lo largo de todo el año. El resto de los jardines históricos de Raixa, presididos por la gran escalinata y sembrados de caminos de piedra, senderos o pequeños elementos arquitectónicos, se restaurarán en las siguientes fases del proyecto.
García-Delgado, que dirige un equipo integrado por arquitecta, arqueólogo, biólogo medio ambiental e historiadora, señala que en esta primera fase, de la que es redactor y director, «he seguido las directrices del Plan Director elaborado por la UIB y he procurado incluir ideas de su proyecto básico». Del citado plan Fullana apunta que «podríamos decir que es el marco teórico, que sirve de libro blanco de la rehabilitación».
Ésta la lleva a cabo la empresa estatal Tragsa, y la Fundación Biodiversidad, que posee un 70% de la finca, «ha delegado en el Consell [dueño del otro 30%] las directrices de lo que hay que hacer», finaliza Fullana.