diariodemallorca.es 31-7-2008
Los viejos soportales de la plaza Major. Foto: J. Mascaro Pasarius
JOAN RIERA No es comparable a la de Madrid ni a la de Salamanca. La actual configuración de la plaza Major de Palma es fruto de reformas recientes y, probablemente, se perdió más de lo que se ganó con el cambio urbanístico cuyos orígenes se remontan al siglo XIX. Una fotografía del Corpus de Toponimia de Mallorca de Josep Mascaró Pasarius, en la que se ven los antiguos soportales del lado más próximo a la calle Sindicat, sirve para recordar que la última gran transformación, la que le dio su aspecto actual, ni siquiera ha cumplido los 40 años.
El nacimiento se gesta con la defunción de la poco Santa Inquisición. En 1813, las Cortes de Cádiz aprobaron su abolición. Aunque fue repuesta el año siguiente, ya no gozó de las potestades del pasado. El edificio del tribunal eclesiástico, impulsado por Joan Abrines a finales del siglo XVI, ocupaba la parte de la actual plaza Major más próxima al Teatre Principal. En 1823 ya había sido derruido y entonces el Ayuntamiento pensó que sería el lugar apropiado para instalar la pescadería. Hasta 1840 no finalizaron los trabajos, y entonces también se trasladaron allí los vendedores de carnes y verduras.
Enfrente se levantaba el convento de Sant Felip Neri. En 1836 el Ayuntamiento quiso aprovechar la exclaustración de los religiosos para hacerse con el edificio. Logró su objetivo en 1854 y entonces la plaza creció un poco más. También cayeron otras casas, como la de los Tugores o el convento y residencia llamado de la Charité, para ganar espacio.
El mercado pervivió hasta la inauguración del del Olivar en los años de la posguerra civil y hasta los años 50 no fueron derribados los edificios de la pescadería. Por allí circulaban los coches negros y de aspecto fúnebre de la época. Desde Sant Miquel hasta Colom. A ambos lados se construyeron unos jardines con estanques. La plaza no tenía entonces el aspecto homogéneo de la actualidad, pese a que en 1864 ya se había dictado normas para que todas las fachadas tuvieran el mismo color y aspecto. Los edificios del costado de la Rambla eran más bajos y carecían de pórticos. La columnata del otro extremo era como la que se ve en la fotografía. La parte de la calle Colón no estaba edificada. Y, por suspuesto, no se veía ni una sola estatua humana.