diariodemallorca.es 10-9-2008
Cultura está pensando dónde colocarla, Inca se deshizo de ella y a Manacor no le interesa
Imprenta con la que sí se realizaron las ´Rondalles´. Foto: Fundació M. A.
P.C. / S. S. V. INCA/MANACOR. ¿Quién lo hubiera dicho en 1998? Entonces había una buena disputa entre Inca y Manacor por quedarse con la imprenta Alcover. Entonces se decía, y se pensaba, que las máquinas que ahora están criando polvo en una nave industrial de la primera ciudad eran las que imprimieron las famosas Rondalles. Han pasado diez años y aquella cortejada novia se ha vuelto fea y vieja, y ahora no la quiere nadie.
En el trascurso de las discusiones se fue averiguando que de Alcover llevaba el nombre solamente, pues ni eran sus máquinas ni las usó jamás. Lo que sí se supo es que había entre ellas una prensa que perteneció a Robert Graves; una máquina británica de la marca Albion que trajo el poeta a Mallorca en 1949. También se encuentra una máquina de imprimir plana de la marca belga Jullienn que data de 1865.
En Manacor, partidos de la oposición como ALM-UM solicitaron ayer mismo la firma de un convenio entre los dos consistorios gobernados por el PP, para que la Mossèn Alcover volviera a la ciudad del mueble, donde se está reformando la casa señorial de Can Socorrat para que albergue además de la Fundació, un museo en memoria de la vida y obra del religioso de Santa Cirga. Pero efectivamente, la Jullienn sólo lleva el nombre de una empresa y no el distintivo claro del que se supuso erróneamente su poseedor. La actual máquina Alcover de Inca perteneció a Francesc de Borja Moll, quien al ver que no podía combinar de forma coetánea las tareas de impresión y edición decidió venderla.
La directora de la Fundació Mossèn Alcover, Magdalena Gelabert, señalaba que "no tenemos intención de solicitar una imprenta que no tuvo relación con el hijo ilustre de Manacor". De hecho, el único hilo conductor del ingenio con el narrador, fue la impresión de su obra la Vida de Santa Catalina Tomassa, pero en una fecha más allá de su óbito. "Para imprimir los volúmenes del Diccionari Català-Valencià-Balear, habría hecho falta una máquina de dimensiones superiores a la que compró la familia Ripoll", constataba Gelabert.
Tras la compra de una primera imprenta en 1924, de la que salieron los dos primeros tomos del Diccionari, Antoni Maria Alcover, en el año 1930, a causa de diversos problemas económicos y para dar más solidez a su empresa, decide constituirse en sociedad. La integraron el propio Alcover, Francesc de Borja Moll y Joan Riutort. A la muerte del manacorí, se disolvió la empresa. Según explica Borja Moll en sus memorias (Obres completes, Volumen I, página 284), él mismo vendió la máquina de imprimir "al primer oficial caixista, Francesc Pons". Nada se sabe de ella desde los años de la Guerra Civil. Tampoco mucho más de la segunda, con la que Norbert Bauçà dio vida a las Rondalles Mallorquines y al resto de volúmenes del Diccionari, hasta 1962. Poco después se vendieron sus piezas por separado a precio de hierro y al mejor postor.
"Paralelamente, Francesc de Borja Moll compró una nueva imprenta en 1936, una Jullienn usada, con la idea de imprimir el Diccionari pero en 1948 el periodista. Lluís Ripoll le propuso venderla a su cuñada, María Sáiz. Borja Moll aceptó y se la vendió con el nombre comercial de Impremta Mossèn Alcover, que poco después recompraría el mismo Ripoll. Es por este motivo que se han creado toda una serie de confusiones al respecto", indicaba ayer Gelabert.
Entre tanto la conselleria de Cultura sigue pagando 2.000 euros cada mes por tenerla almacenada en una nave industrial de Inca y sin saber muy bien qué hacer con ella. Fuentes oficiales del Govern indican que podría instalarse en un futuro en una sala del Arxiu del Regne de Mallorca en cuanto haya sido reformado pero precisan que "es sólo una idea". El Ayuntamiento de Inca, que con tanto afán aceptó la donación en 1999 para un anunciado museo de las artes gráficas, se ha desentendido completamente de las máquinas. En su día le fueron cedidas de palabra y de palabra las aceptó. Por ello, al no haberse oficializado, no son de su propiedad en la actualidad. Esto le ha jugado a favor a la hora de desembarazarse de ellas y devolvérselas al Govern, que a la postre es quien paga ahora el alquiler del local.