diariodemallorca.es 7-9-2008
Yacimiento de Son Fornés, en Montuïri. Foto: Lorenzo.
CARLOS GARRIDO Siempre me ha asombrado la desidia de Mallorca hacia su cultura talayótica. Si hiciésemos un balance de nuestra aportación a la historia mundial del patrimonio saldrían a relucir sin dudas la Seu, la Llotja, el Castell de Bellver... Monumentos muy destacables, pero que pertenecen a fases muy amplias del arte. Hay gótico muy bueno en Europa. Castillos impresionantes en la Península. Pero no encontraremos los impresionantes talayots en ningún otro lado. Salvo los de Menorca y los paralelos de Córcega y Cerdeña.
Poblados rodeados de murallas ciclópeas, monumentos turriformes, plataformas, cuevas de enterramiento, necrópolis como la de Son Real. La originalidad de esa cultura es absoluta. Y sus patrones iconográficos, aunque más compartidos, tienen piezas tan singulares como los Bous de Costitx o las figuras de dioses amenazantes, también llamadas Mars balearicus.
Mallorca tiene el privilegio de contar con una cultura prácticamente autóctona, inscrita en el ciclo prehistórico más interesante del Mediterráneo, llena de enigmas por resolver. ¿Y cuál es la respuesta a ese privilegio? La desidia y el olvido.
Salvo por unos cuantos equipos científicos, que por otro lado no actúan conjuntamente, dedicados a investigar unos cuantos yacimientos, el balance es desalentador. El gran público tiene una idea vaga de clapers i talaiots, que en gran parte gozan de la típica consideración de quatre pedres. Y se da la paradoja de que muchos viajan a Egipto o Creta para asombrarse de las civilizaciones del pasado, cuando tienen aquí al lado una tan magnífica y misteriosa como aquellas. Mucho más romántica, por abandonada.
Encontrarse un talaiot de hasta seis metros de altura en medio del campo, o entre las sombras de un encinar, supone atisbar la vibración de otro mundo. Las piedras, bárbaras y majestuosas, transmiten todavía un mensaje, una música. Aunque no tengamos la clave para descifrarla, nos impresiona.
Personalmente, creo que la consideración hacia el patrimonio es una sensibilidad creciente. Espero que algún día esa Blancanieves que son las culturas prehistóricas de Mallorca reciba el beso revivificador de la subvención y el apoyo oficial. Y despierte.